11/02/2021
 Actualizado a 11/02/2021
Guardar
Del desprestigio de los políticos tienen la mayor parte de culpa los políticos. No solo por una minoría jeta, interesada e incluso corrupta que contamina el trabajo esforzado y responsable del grueso de los cargos públicos (algo similar nos sucede a los periodistas). Tampoco por ser espuela de una sociedad de trincheras que olvidó la argumentación para entregarse a las consignas y los prejuicios de las ideologías. No por haber consagrado (más bien pervertido) las instituciones como teatros efímeros coreografiados por asesores donde todo es una escena impostada pero pobre porque el final es predecible. Ni siquiera por destrozar la coherencia y traicionar a diario sus compromisos y principios sin pudor como un mal asumido que los ciudadanos deben tener descontado de su intención de voto.

Los políticos, incluso los sensatos, se desprestigian en gestos cotidianos casi imperceptibles. Castilla y León tiene aprobados unos presupuestos para 2021. Sucede tras dos prórrogas de los anteriores y supone la garantía de gobernabilidad del ejecutivo de coalición. Lo de consensuarlos ni lo intentaron ninguna de las partes más allá de aquel par de reuniones en verano cuando todavía no estaba roto el pacto para la reconstrucción. Estos presupuestos se han aprobado en un pleno en las Cortes donde también se debatieron 1.804 enmiendas parciales de la oposición. Una tediosa y previsible votación pero relevante en una jornada institucional y políticamente esencial de esta legislatura. En este contexto salen a media mañana del primer día de pleno de la cafetería un par de procuradoras, el partido no importa. Una de ellas mira el móvil mientras suenan machacones por megafonía los avisos de la siguiente votación en el hemiciclo. «¡Vaya turra nos va a dar el portavoz!», le dice a la otra, «con esto de ir a votar, nos vaavisando de la siguiente para que no faltemos». La turra de tener que votar de un parlamentario. Así se resume hoy en día la política.
Lo más leído