Cines Van Gogh retransmite en directo este miércoles a las 19:45 horas la función protagonizada por la cantante sudafricana (1985). Yende llevaba más de un lustro postergando su debut en un rol para el que no se sentía preparada (su carrera previa se centró en el bel canto). Cuando finalmente se atrevió, en París en 2019, fue un éxito rotundo. Colofón de un ascenso imparable: de estudiar en La Scala y arrasar en concursos como Operalia y Belvedere, a coronarse en el MET y recibir premios de la revista Echo Klassic. Todo gracias a su timbre luminoso, su técnica y personalidad.

Merece destacarse el trabajo coreográfico de Jane Gibson, capaz de coordinar muchas acciones simultáneas, y la dirección de la reposición, a cargo de Bárbara Lluch. La barcelonesa, nieta de Núria Espert, ha sido asistente de dirección de Robert Carsen, Bob Wilson o La Fura dels Baus. Al frente de la orquesta está el italiano Giacomo Sagripanti, premio a Mejor Director Joven en los International Opera Awards. Especialista en bel canto, ya debutó en Londres en 2020 con ‘Lucia di Lammermoor’.
En 1853, ‘La traviata’ consagró a Giuseppe Verdi (1813-1901) como creador moderno. Atrás quedaba el idealismo caballeresco de sus años de galera: a partir de entonces retrató a personajes humanos e imperfectos, como el bufón jorobado de ‘Rigoletto’, la gitana de ‘Il trovatore’ o, aquí, la cortesana de lujo que renuncia al amor para proteger el honor de Alfredo, hijo de una familia burguesa. El público sigue admirando el libreto de Francesco M. Piave (a partir de ‘La dama de las camelias’, de Alejandro Dumas, hijo) y sobre todo la partitura. La inspiración de sus melodías nunca decae, de ‘Amami Alfredo’ al brindis ‘Libiamo’ o ‘Sempre libera’. El canto refleja todos los estados de ánimo y los matices del texto, y la orquesta evoca el París del siglo XIX con bailes de moda como la polca o el vals.
El autor de ‘Aida’ pretendía escandalizar al público al subir el telón con personajes vestidos igual que ellos, algo absolutamente insólito por entonces. El experimento no salió adelante por culpa de la censura, que obligó a trasladar la acción un siglo atrás. Aquello contribuyó al fracaso de su estreno en Venecia, junto con la interpretación de una soprano demasiado madura y rolliza, que no resultaba creíble como una joven moribunda.