La trampa del "aprobado para todos" de Celaá

Por Sofía Morán de Paz

Sofía Morán de Paz
04/10/2020
 Actualizado a 04/10/2020
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El Ministerio de Educación ha vuelto a retirar el límite de suspensos para poder pasar de curso. Hasta ahora se permitía un máximo de tres suspensos en secundaria y dos en bachillerato, pero el consejo de ministros aprobaba el pasado martes un Real Decreto Ley en el que se establece que será el equipo docente el que evalúe y tome la decisión de si un estudiante ha llegado a alcanzar los objetivos, sin tener en cuenta el número de materias que haya suspendido. Y todo ello, según dicen, para adaptarse al nuevo escenario escolar de semipresencialidad (que sólo se da en algunos centros) y confinamientos puntuales por aulas que sigue provocando esta pandemia. Es la misma decisión que se tomó en el mes de abril (y que ya trajo polémica entonces), pero que aplicada ahora resulta incomprensible. El 13 de marzo se cerraron los colegios, al día siguiente se decretó el estado de alarma y comenzó el confinamiento, pasamos de la enseñanza presencial a la enseñanza ‘online’ de un día para otro, de forma precipitada y sin precedentes a los que agarrarse. Una situación extrema en la que era fácil entender que, para no dejar a nadie atrás, para no perjudicar injustamente a muchos alumnos, había que hacer la vista gorda y tragar con el ‘coladero’ que siempre traen este tipo de situaciones. Todo bien hasta ahí. Pero lo de ahora es otra cosa, lo de ahora supone aceptar que, como no va a haber la inversión que se necesita en educación, la solución que nos quieren colar es la de rebajar la calidad educativa. Pero eso sí, haciéndonos ver a todos que en realidad les están haciendo un favor, y no dinamitando su formación y las posibilidades de desarrollarse en el futuro. Es la perversión del buenismo educativo, donde, les aseguro, van a perder los de siempre.

Vivimos en la sociedad de la inmediatez y el éxito fácil: «Aprenda inglés en pocas semanas y sin esfuerzo», el «calentar y listo» y el «adelgace sin dietas y sin moverse del sofá». No cabe duda de que el esfuerzo es un valor en crisis. Hemos pasado del exceso de autoridad, las restricciones, la falta de explicaciones y aquello de «la letra con sangre entra», a una especie de efecto rebote que ha colocado a nuestros hijos en el centro de nuestro universo. Empecinados en que sean felices por encima de todo, y de todos. Solucionamos todos sus problemas, eliminando cada pequeña piedra de su camino. Que no experimenten ningún malestar, que no se estresen, que su profesor no sea demasiado exigente… Como dice Francisco Castaño, profesor, escritor, y terapeuta de familia, «les educamos con Walt Disney para una vida que es The Walking Dead». En nuestro afán por hacerles felices, les convertimos en jóvenes dependientes, incapaces y con una bajísima tolerancia a la frustración.

Denostamos el esfuerzo, la perseverancia o la tenacidad porque nos suenan a lo de antes, a esas pedagogías casposas y pasadas de moda, sin tener en cuenta que son características absolutamente imprescindibles en el proceso de aprendizaje, que les llevan a conseguir las cosas por sí mismos, a sentirse competentes y a desarrollar sus capacidades, nutriendo de esta forma su autoestima. La fuerza de voluntad debe ser una pieza fundamental en la educación, que alimente su inteligencia emocional, que les ayude a ser resilientes, a asumir responsabilidades y a afrontar los fracasos.

Resulta desesperante que legislatura tras legislatura se sigan tomando decisiones y aprobando leyes que nunca tienen como objetivo el mejorar la calidad educativa, sino todo lo contrario. La fórmula es en realidad sencilla, es inversión, es formación del profesorado, bajada de ratios, más docentes y mejor preparados, es atención a la diversidad, es reforzar la formación online y su acceso a todos los estudiantes, la personalización del aprendizaje… Eso, haga justo eso señora Celaá, y entonces no será necesaria la medida porque aprobarán (y aprenderán) por sus propios medios.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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