La tragedia que enmudeció al Bierzo en la Noche Vieja de 1977

El 30 de diciembre de hace 39 años, veintitrés infantes dejaron su vida en San Miguel de las Dueñas, en un accidente de vuelta a casa desde Ferrol

Pedro J. Villanueva
29/12/2016
 Actualizado a 24/08/2020
El autobús nunca llegó a San Miguel de las Dueñas. | G. MAPS
El autobús nunca llegó a San Miguel de las Dueñas. | G. MAPS
Cuando esa noche del 30 de diciembre de 1977, el soldado de Infantería de Marina, José Luis se subió al autobús que nunca le llevaría a casa esa Noche Vieja, nada le hizo presagiar que sería noticia un día, para ser olvidado, como sus compañeros, los marines españoles del Tercio Norte con sede en Ferrol que, con él, compartirían viaje, desgracia y final.

Tuvo que realizar dobles guardias para cumplir, antes de obtener el ansiado permiso que le llevaría a su pueblo natal junto a su familia y su novia de toda la vida. Preparó su petate y metió en su interior todo lo que pudo sin olvidar los regalos de reyes para todos: una medalla de plata de la Virgen del Carmen para su madre, una botella de buen albariño para su padre, con el que brindarían todos juntos por el nuevo año, y la muñeca vestida de militar con trompeta que tocaba el himno de España para su novia. Mañana comería las uvas y se arrancaría a cantar al calor de un hogar que no veía desde hacía meses. Esta pudo ser la historia de cualquiera de ellos.

Sesenta infantes de marina subieron al autobús matrícula de Lugo que les llevaría rumbo a su destino en tierras del Bierzo, concretamente al punto kilométrico 383 de la radial VI en San Miguel de las Dueñas (León).

A las cuatro y media de la madrugada un camión matrícula de León, conducido por Ángel, invadió el carril por el que circulaba el bus conducido por José en que dormían los infantes. El impacto fue brutal y partió el autobús en dos. Los dos conductores fallecieron en el acto y la tierra berciana quedó regada de juventud e ilusiones de infantes, de ganas de abrazar a familias y de calor de hogar. El frío asfalto fue su destino; veintitrés infantes dejaron su vida en San Miguel de las Dueñas, en el kilómetro 383 de la radial VI. El 31 de diciembre, el accidente de los Infantes de Marina del Ferrol fue noticia en muchas portadas de periódicos nacionales, pero el tiempo hizo olvido de ellos demasiado rápido. No para sus familias, que seguro esperan aún su llegada cada una de las Noche Viejas que ya no celebran.

Carlos Jesús 22 años (Alicante), Manuel 21 años (Lugo), Hermenegildo 21 años (Madrid), José Narciso 22 años (Oviedo), Crescencio 23 años (Soria), Antonio 21 años (Cádiz), Manuel 22 años (Huelva), Nicolás 21 años (Granada), Jorge 23 años (Barcelona), Juan 22 años (Almería), Enrique 21 años (Barcelona), Salvador 22 años (Castellón), Francisco 21 años (Córdoba), Antonio 22 años (Palma de Mallorca), Antonio 21 años (Cádiz), Benito 22 años (Granada), Juan 22 años (Barcelona), José Vicente 22 años (Valencia), Adolfo 22 años (Cáceres), Agustín 22 años (Barcelona), Anastasio 21 años (Barcelona) y José 22 años (Sevilla). Y José Luis, protagonista fatal de nuestra historia. Su nombre en el informe no refiere edad ni lugar de nacimiento. España quedó teñida de tristeza de Norte a Sur, de Este a Oeste… esa Noche Vieja de 1977.

En el recuerdo

Su recuerdo aún ondea en familias como la de Bernardo Calvete . Su hija Teresa recuerda la preocupación en casa al no llegar su padre de trabajar de la mina Coto Wagner aquella noche que se esperaba de celebración. Bernardo viajaba en el autobús que llevaba de vuelta a sus casas a los mineros y fueron los primeros en llegar y en atender a los marinos heridos en el accidente. Teresa recuerda ver llorar a su padre cuando llegó a casa, y contar a su mujer lo espantoso que fue aquello. Asegura que no vio a Bernardo llorar muchas veces, pero podía con sus lágrimas la imagen de aquellos chicos muy jóvenes tirados por la carretera. Su padre lamenta no haber podido salvar a más y culpaba a la Guardia Civil de no haberles permitido trasladarlos al hospital en el autobús de la empresa Minera Wagner en el que ellos viajaban. El llanto era también por esa rabia de no haber podido hecho más por aquellas vidas.

Tras el suceso, la Marina entregó al antiguo Hospital, la Residencia Camino de Santiago, una placa que aún se conserva en agradecimiento a los sanitarios por las atenciones que dispensaron en la tragedia y por haber salvado las vidas de muchos de ellos, que aquel día esquivaron la muerte.

También en casa de Lucía Fernández se recuerda el suceso que su padre, Juan Fernández Vuelta, ya fallecido, llevó como abogado de las familias de los marines fallecidos. Incluso fue condecorado por ello.

El que fuera primer alcalde de Ponferrada en la Transición siempre dijo que aquella actuación había sido de las que se sentía más orgulloso, al haber podido conseguir una pronta indemnización a los familiares en un tiempo en el que no era fácil que los plazos se acortaran.

Que este artículo sirva de recuerdo y homenaje para todos los que se quedaron en esa carretera.
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