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La tienda de la esquina

16/05/2020
 Actualizado a 16/05/2020
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Muchos ciudadanos hemos sentido este año que el coronavirus, el confinamiento y las lluvias nos han robado, como en la célebre canción de Sabina, el mes de abril. Abril se escapó ante nuestros ojos lleno de agua y silencio. En abril pudimos descubrir que, en efecto, nuestra casa pasó a ser nuestro modesto castillo. Fortaleza o cobertizo, nuestras casas guardarán en su memoria lágrimas y preocupaciones, soledades, abrazos; sin embargo, mayo ha comenzado con otra actitud. España va despertando de su triste letargo y en la calle podemos observar cómo nuestros vecinos empiezan a levantar trapas. Ya hay clientes en las peluquerías y la cita previa ha permitido abrir algunas tiendas. Puede parecer un pequeño paso, pero tras un mes de desaliento lo vivimos como un deseado milagro. Verlos abiertos o en reformas previas a la reapertura, dibuja una sonrisa, borra el sabor amargo de los últimos meses. Las tiendas del barrio son imprescindibles. Son parte de nuestro universo personal. Nada sería igual sin ellas. Por eso hay que agradecer que Ayuntamientos y CCAA, así como iniciativas privadas, estén colaborando en el proceso de reconstrucción que nos espera, ya sea disminuyendo cuotas de autónomos, aplazando el pago de impuestos u otorgando ayudas directas, muchos negocios podrían salvarse. El resto está en nuestras manos.

No digo que comprar por internet sea nocivo para la sociedad. La tecnología está salvando vidas y empresas, trabajos, pero mantener vivo nuestro barrio y su pequeño comercio es fundamental. Compremos en la librería cercana, en la panadería, en las carnicerías, fruterías y papelerías vecinas. Sobrevivamos en cadena, es el único modo de hacerlo. Aún recuerdo a Meg Ryan en ‘Tienes un email’ gritando: «Salvemos la tienda de la esquina». En aquella ocasión nadie rescató a Kathleen Kelly, salvo su particular Mr. Darcy. Por su bien y el nuestro, evitemos el desastre y su lamento.
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