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La tala de la chopera

01/03/2020
 Actualizado a 01/03/2020
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La Concejalía de Desarrollo Urbano de León decidió hace unas semanas eliminar los árboles de la chopera del Polígono 58. La primera reacción de cualquier leonés, no vecino de ese barrio limítrofe y con un poco más de sensibilidad que un cardo borriquero, fue de rechazo a la medida. Pero la verdad es que esos chopos han crecido a lo tonto y además cobijan travesuras. Dicen las autoridades que suponen un riesgo para el viandante y un fastidio para los vecinos, porque les quitan la luz. La idea es sustituirlos por otras variedades autóctonas y bien variadas, no dejar aquello como un erial. Uno piensa entonces que si tiene que hacerse, que se haga. Que además los chopos no son una variedad muy noble de árbol y atraen una fauna problemática.

Pero no dejaremos escapar la oportunidad para denunciar la neurosis administrativa sobre el fenómeno de la tala. Dicen los hortelanos, e incluso quienes tienen un adosado en propiedad, que no puedes deshacerte de arbolito ninguno en tu terreno sin avisar a las autoridades y que te lo den de paso, lo que demasiadas veces no hacen. Me río pensando en mi padre hace ‘muuuuchos’ años, cuando hizo una mesa con el tronco de un cerezo que arrancaron en el pueblo. Le quedó de cine la mesa, de tonelada pero tremenda. Estaría pagando por ella todavía si llega a oídos de aquella concejalía lo que hizo. El axioma, pues, es sencillo: la tala está más perseguida que el genocidio.

Y así, ese desapego a la tala lo han interiorizado muchos ciudadanos ecosensibles, animalistas, y puede que también algún cardo borriquero, quienes tras el anuncio de las intenciones de la concejalía han lanzado una iniciativa en change.org para parar la tala. Su referente a nadie se le oculta. Está claro que buscan la repercusión y un estribillo de la categoría del de la Baronesa Thyssen en su batalla contra la tala de los árboles del Paseo del Prado. Aquel fantástico ¡NO / A-LA / TA-LA! sigue siendo el máximo exponente histórico de los movimientos anti-tala.

Veremos a ver cómo acaba la disputa, pero por ahora parece posible que el ayuntamiento haya refrenado su ambición y optado por una medida menos radical. Sin tener ni remota idea de agronomía, lo que he visto allí diría que se ha quedado en poda. Gran poda, eso sí, con balizado de seguridad y el desplazamiento de los bancos y las mesas donde tanto póquer se ha jugado. No sé si será suficiente para los vecinos cuyas ventanas den al parque. Seguro que no se fían un pelo de la efectividad de la poda, sabiendo cómo crece de rápido el chopo y qué tipo de fauna congrega a su sombra.
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