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La sonrisa de la Gioconda

14/09/2022
 Actualizado a 14/09/2022
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Hablar por hablar o soltar la lengua a pacer –como se dice por aquí– es una práctica habitual en los medios afines al gobierno, que recogen los detritus políticos.

Hablando en plata, una capacidad del lenguaje es la relación entre lo que se piensa y lo que se dice. El pensamiento y la palabra, van de la mano. No es posible comunicar algo cuyo nombre ignoramos. Esto no significa que la realidad no exista por el hecho de no recordarla; si en un momento dado entró en el cerebro, por ahí anda. Es como la pitillera que guardamos en un bargueño pero cuya cajita no recordamos donde queda.

El idioma común es frágil y pervertirlo, marginarlo o utilizarlo como mercancía política, se ha convertido en una obsesión de este gobierno. No vale que una dependienta, por muchos tickets que haya extendido en SEPU, se presente como autoridad lingüística e invente una jerga absurda e ideologizada. Pura bazofia.

Otra prerrogativa del lenguaje es tener diversos registros, que hay que conocer –se aprenden con la lectura– y no es lo mismo una carta de amor, un curriculum, un testamento... que una parrafada de Yolanda Díaz, que es un caso particular. De hecho, afirmar que ha leído quince libros en doce días, no puede ser cierto. En realidad no creo que haya leído ni uno en su vida porque, lo primero es aprender a hablar y por ahora, es incapaz de enhebrar una frase cortita sin desbarrar.

Lo que realmente tiene es un desmedido afán de aparecer en los medios, para promocionarse; pero los focos sólo se encienden cuando hay ruido (la noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino al revés). En estos días presentes y venideros, el ruido es ejercer de comunistoide y hacer de mamporrera de Garzón. Hay que buscar culpables para eludir la responabilidad de Sánchez.

Un comportamiento de la piel de Stalin: intervención en la propiedad privada, la actividad empresarial, los precios y la vida privada de los ciudadanos. Siberia o Gulag ¿qué prefieres? En cualquier caso la caradura de Yolanda tiene guasa, para no saber hablar, cuánto raja. Qué nos querrá vender, con su perenne sonrrisa descolgada: como un tic, una mueca supuestamente simpática, afable o de fille terrible. No precisamente la sonrisa de la Gioconda.

Detrás de la máscara, la obsesión enfermiza de seguir en el poder. Todos en Podemos saben lo dificil que es asomar la cabeza en medio de este lodazal. ¿De qué vivirían si no? Cuanto más se mueven, más se hunden y como pretenden, arrastrar a la España doliente que no está para risas ni mascaradas.
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