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La soledad del Corredor de fondo

30/01/2023
 Actualizado a 30/01/2023
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La tarea del Corredor Atlántico es la del corredor de fondo. No se trata de lo inmediato, sino de lo que se consolide en los próximos años, incluso décadas. Pero es una carrera mayor, de resistencia, como siempre. Estamos acostumbrados a estos esfuerzos, a esta disciplina. En las relaciones de León con administraciones e instituciones hace tiempo que somos conscientes del descubrimiento de la lentitud, como titulaba Sten Nadolny en aquel libro memorable. El eje atlántico ha sufrido demoras y quizás desdenes, especialmente si se compara con otras zonas del país, y ello a pesar de la igualación presupuestaria que siempre se menciona, avalada por los presupuestos de 2023. Frente al Corredor Mediterráneo y su proyección europea, el Atlántico, el Noroeste, parece todavía estar demasiado lejos. El retraso del proyecto se intentó solucionar, al menos parcialmente, en la Cumbre celebrada hace unos días en Santiago de Compostela.

Estamos ante un proyecto de implicaciones colosales que va mucho más allá de conceptos como transporte y mercancías, aunque esos sean los dos vectores que informan este eje norteño. Es un proyecto de cohesión social, que, además, afecta a algunas áreas deprimidas, despobladas u olvidadas (se quiera o no). A la hora de coger el tren de la modernidad y del futuro (nunca mejor dicho) las conexiones son importantes, como los centros de distribución, como la posibilidad de alcanzar puertos relevantes. Es un asunto primordial porque nos dirigimos a una red (tres redes nacionales, en realidad) que moverá la industria y la tecnología, y no sólo, que acelerará el comercio, que conectará regiones diversas en el gran mapa europeo. Quedarse fuera, o a medio gas, sería imperdonable y un nuevo gran fracaso.

La cumbre no sólo ha servido para constatar el retraso a la hora de poner compromisos sobre la mesa y, en realidad, la cosa no ha hecho más que empezar. La acción autonómica conjunta, como se vio en Compostela, explica la demanda urgente que estos territorios (Asturias, Galicia y Castilla y León) tiene de enlaces fiables y de la consolidación de una red. Sin olvidar las carreteras, como ya alguien ha dicho. No sólo porque por ellas se acercan las mercancías a los trenes, sino porque tenemos un grave asunto pendiente, el de los viaductos de O Cebreiro, que nos ha devuelto de golpe varios años atrás. En materia de transportes hay que estar a la cabeza, porque sin ellos no se concibe el progreso. Las montañas de Lugo y los Ancares no pueden volver a provocar problemas, por más que nos encontremos quizás ante la vía de alta capacidad más compleja de Europa, o una de las más complejas.

Pero aquí hablamos, sobre todo, es cierto, de enlaces ferroviarios, logística, y, en último caso, el acceso a mercantes, que van a tener un papel decisivo en las próximas décadas. El comercio por mar se ha multiplicado, de tal forma que un fallo en el tráfico, un accidente como el de Suez, o un conflicto, es capaz de paralizar gravísimamente el tráfico de mercancías. Un mundo globalizado en cuanto a la industria depende de los puertos y de los mercantes, y para León eso no es, no puede ser, una cuestión baladí. No tenemos mar, pero podemos tener todo un océano. Nuestro océano Atlántico.

La concepción del Noroeste como área periférica es cierta solo en cierto sentido. Las periferias también pueden ser el centro. Peor es la irrelevancia, o la indiferencia. Porque, por más que se promueva el ramal central, o el mediterráneo, y sin duda las nuevas demandas de Madrid respecto al tren no se harán esperar, ¿alguien puede permitirse el lujo de no potenciar las conexiones del Noroeste? Hablamos de la conexión portuaria, con Vigo entre los puertos relevantes de Europa, puertos con gran elasticidad y competitividad, adaptados a los tiempos modernos, con gran volumen de negocio. Si Castilla y León necesita el océano, Galicia necesita el ferrocarril. No se puede tensionar la posibilidad de un acuerdo y, a pesar del año electoral, cuantos menos matices políticos más capacidad habrá para esos acuerdos. La salida al mar, cuanto más eficaz, mejor para la economía. El ferrocarril es una de las grandes soluciones para León, que no debió perder su relativa centralidad como nudo ferroviario, ni estar sometida, aún hoy, a retrasos y problemas técnicos en otros enlaces (culminar la variante de Pajares es un reto innegociable), pues la ubicación geográfica de León es indiscutiblemente útil y debería ser aprovechada, aunque Valladolid haya sido postulado como nudo por la facilidad conectiva con Zaragoza.

Más allá de los conflictos de intereses, que sabemos inevitables, hay un objetivo común superior, que, eso sí, no debe minusvalorar a nadie. Tampoco a la hora de convocar representantes, sea de instituciones o de la empresa. Sumar es lo que importa, y no olvidemos que estamos hablando de una alianza estratégica que viene de 2017. Si los Fondos de Recuperación pueden ayudar de una vez a recuperar la velocidad de crucero, bienvenida sea la acción conjunta y generosa. Nadie debe quedar descabalgado ni marginado, insistimos, todos suman, estamos hablando de ultraperiferia, de territorios en grave necesidad en algunos casos, de áreas de atención prioritaria, aún lejos de las economías europeas más boyantes, y lejos, también, del volumen de mercancías transportadas, que debe multiplicarse ante de la frontera de 2040.

Los intentos de hacer de León, su alfoz, y, por supuesto, otros lugares de la provincia (con El Bierzo, desde luego), un polo de desarrollo industrial y sobre todo tecnológico, también logístico, son muy loables, pero siempre tienen que vencer obstáculos ciclópeos, a veces surrealistas, hasta el punto de que en esta provincia el complejo del Mito de Sísifo está muy instalado. Dejemos de levantar una y otra vez la misma piedra para recogerla también una y otra vez. La pérdida de energía, de músculo negociador, no conduce a nada bueno. También es malo negociar desde una posición de inferioridad, es bien cierto. Pero con estos bueyes hemos de arar, que decía el otro. La ocasión del Corredor Atlántico, a pesar de la inmensa soledad en la que ha estado sumido durante muchos, muchos meses, es relevante y muy necesaria. Cuestión de vida o muerte es entrar en la red europea (solucionar los inconvenientes del ancho de vía), modernizar la logística que nos lleve al comercio global, también desde lo local, incorporar con brío la intermodalidad, exponente del dinamismo complejo de los transportes.

No queremos ser una isla, sino un puente. Este Corredor de fondo tiene, como leí ayer en la prensa gallega, una carrera compleja por delante. No queda otra que ganarla.
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