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La siembra variable

11/12/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Según parece, en mi valle del Esla, antes repleto de vacas, yeguas, ovejas, cerdos, pavos, conejos, y demás animales afines a la labranza, y poblado de robledales y centenos en el monte, y de toda suerte de cereales y forrajes en el valle, se impone la modernidad de las modernidades, que es la siembra variable. ¿Se logrará reconstruir lo que fuera vergel de la agricultura y envidia tanto del páramo como de la montaña, y que la entrada en el Mercado Común Europeo y el abandono de los cultivos tradicionales convirtió en desastre? Los otrora sotos y campos floridos se trocaron en choperas deleznables. Los otrora agricultores y ganaderos hubieron de abandonar sus tierras y «meterse» a operarios reciclados, y el valle se fue quedando vacío, mientras la Administración miraba para otro lado.

Ahora, Ucogal y la Diputación dicen haber encontrado el Santo Grial, (otro) y, «se alían para extender la siembra variable y la teledetección agrícola». Y el cronista, agricultor renegado, y filósofo desterrado, que ni fue bien visto en su tierra ni lo es en la extraña, aunque por distintas causas, no tiene más remedio que sospechar y desconfiar (así se lo enseñó el maestro De Lama) de que las soluciones vengan de la mano de los mismos que causaron el desastre.

Que en la agricultura entramos mal en Europa, así como en la minería, lo sabemos hasta los analfabetos mendicantes. Pero se da la casualidad que, en el valle del Esla, eran estos los dos pilares que sustentaban la economía. Cuando se acabó el carbón y se acabó la leche, se acabó el valle del Esla. Acostumbrados como estábamos a ver las largas choperas a la orilla del río, en terrenos comunales, comenzamos a tentarnos la ropa cuando las vimos en los otrora pastizales, maizales, patatales, etc. Esto es un desperdicio, decía Domingo Llamas. Hasta los lechazos que comeremos en estas fiestas «tan entrañables» nos llegan de Francia.

Como escribe el gran poeta leonés Antonio Manilla en su ‘Sin tiempo ni añoranza’ y en su poema ‘Restauración’, nos dejamos embaucar por otra cosa que no fuera lo más cercano. De entregar 100 litros de leche diarios y abastecer los graneros y pajares, a cobrar la PAC sembrando girasoles que no recoge nadie. «Ayudar a que los agricultores y ganaderos tengan una vida mejor» se proponen los promotores. ¿Pero, es que queda alguno? «Que nadie solicite el agua, sino que el riego lo determinen las nuevas tecnologías». ¿Qué agua?

Confiemos que no les dará a las máquinas por aconsejar un día la siembra de viento. Porque, es sabido: quien siembra viento recoge tempestades.
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