jose-antonio-llamasb.jpg

La siega del tocino

22/02/2016
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
Ay, aquellos sueños de grandeza del gobierno municipal de aquel amigo de José Luis R. Zapatero que jugaba a los tranvías, y trajo un par de ellos para exponerlos delante del viejo consistorio de la Plaza de las Palomas antes de tenerlos que malvender. ¡Qué tiempos aquellos! La ciudad de León parecía destinada a alcanzar la capitalidad mundial de la cultura, pero quedó en la falsa sede del Grial. Eso sí, repleta de zanjas y socavones, cortes de vías, y trenes que no llegan a ninguna parte, cajas de ahorros esquilmadas, y una galopante, e imparable, emigración.

Nadie fue proclamado responsable del fracaso de aquellos faraónicos y disparatados proyectos para una ciudad que ya entonces empequeñecía y cuyo crecimiento se encontraba solo en la imaginación de gobernantes y secuaces, todos ellos respaldados por el gobierno central del estado, aunque mal vistos por el suyo, y despreciados por la autonomía uni-provincial. De aquel desastre urbanístico que supuso el corte de la vía férrea de vía estrecha antes de llegar a su estación, darán cuenta sus responsables "para la siega del tocino", que es un tiempo metafórico en el que situaba la madre del cronista la consecución de las ilusorias esperanzas de aquel joven soñador.

En ese tiempo, el de la siega del tocino, es en el que situamos los leoneses de la diáspora el regreso a nuestra tierra, en la que ni jubilados podemos vivir ya que todos son obstáculos (atención médica, desplazamientos, servicios) e inconvenientes para que no vayamos a dejar allí nuestra pensión. Y tal vez sea mejor así, pues en la diáspora se suele coger la nefasta costumbre de ‘despotricar’ contra el despilfarro de ‘vacunaderos’ inútiles, ‘centros de interpretación de la naturaleza’ sin intérpretes, y ‘pabellones polideportivos’ sin deportistas para practicar; y así toda una serie de ‘inventos y ocurrencias’ sin los cuales la ruralidad podría sobrevivir mucho mejor.

Quien pierda más en este pleito queda por ver, pero cada año se ven menos casas abiertas en los pueblos y menos contribuyentes de impuestos, y menos viejos a consumir en las tiendas y en los bares, e incluso en los pequeños quioscos que van desapareciendo ya. ¿Para cuándo una reflexión a fondo y en común sobre todo esto? ¿Para cuándo valorar lo que supondría ingresar esos miles de millones en una banca que tuviera en cuenta los intereses de nuestra tierra leonesa? ¡Para la siega del tocino! Como decía mi padre que era de Villacidayo, al que él siempre llamó Cavite, (el sabría por qué) y que con seis años de edad ya tuvo que abandonar. Para ese tiempo que ya nunca volverá.
Lo más leído