La sandalia que perdió Cristo

«Mi madre no quiere que al Andamios vaya, que está Javi ‘El Pincha’ y no vuelvo hasta por la mañana». La estrofa es parte de una versión que el grupo leonés La Calle hacía de ‘La Sinda’: «mi madre no quiere que vaya al molino / porque el molinero se mete conmigo. / Mi madre no quiere que al molino vaya,/ porque cuando bajo me rompe la saya, reza la original.

Cambiar el molino por El Andamios –el pub de Burgo Nuevo– y al molinero por Javi ‘El Pincha’ (pinchadiscos) no deja de ser una actualización de la tradición, más cercana al ciudadano, al rockero o heavy en este caso, con infinitas más posibilidades de movilizarlos, arriba esos mecheros, y evitar que un clásico del cancionero popular se aleje del pueblo y quede para los restos como patrimonio exclusivo de las jotas que resuenan en los cantos rodados de la Plaza del Grano, que también son muy bonitas.

Renovar la tradición, lejos del inmovilismo mohoso de lo institucionalizado, evita que, por ejemplo, el respetable dé cabezadas, por no darse directamente de cabezazos, en las rememoraciones de los acontecimientos históricos.

Y esto viene al hilo del sopor al que sometieron ayer los síndicos a los curiosos que se acercaron a ver el ‘Foro u Oferta’. No extraña que se regalaran una fabada, por pesada, y una almohada, para dormirse agusto del soberano aburrimiento.

Pero no todo está perdido. Hay que abrir la tradición al pueblo y, como las grandes clubes deportivos, buscar fuera lo que no hay en casa: una lengua afilada y libre. Que se celebre un certamen para elegir al orador más fino, que para eso el cirio y los dos hachones de cera los pagamos todos. Y si no sale ninguno, servidor se ofrece voluntario, que ya tengo el obsequio: la sandalia que perdió Cristo donde dio las tres voces –que la tengo–, para que la pongan junto al Grial. Aunque me temo que esto sería tirarse piedras contra el propio tejado, porque el Grial parece ya más ‘popular’ que de San Isidoro.