La Salve de las Siervas

23/04/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Las grandes celebraciones esconden en sus oropeles pequeños detalles que no desvelan los focos. En los pequeños detalles están las grandes historias o, cuando menos, las más entrañables y reales. Y cargadas de alma.

Pero hay que cazarlos.

Y un gran cazador de pequeños detalles es nuestro Mauri, que ve hasta cuando no mira.

Por eso no podía dejar escapar sin perseguirlo a un cura de San Isidoro que camina por la calle con un moderno teclado, como si fuera uno de esos hombres-orquesta que llegan a las bodas para interpretar la marcha nupcial, recogen y se van a cualquier pueblo con pocos posibles para montarles un ‘bailuco’. Pero era evidente que este cura no era uno de esos.

Y con el teclado llegó hasta la puerta cercana de las Siervas de Jesús, esas monjas entregadas a necesitados, a ancianos que sin ellas tendrían que soportar cada noche en soledad y preocupación...

Poco amigas de protocolos  le sacaron una silla para que pudiera apoyar su teclado. Cogieron sus notas y partituras, aclararon su voz y regalaron a quienes por allí andaban una Salve que, a buen seguro, no es la más espectacular de la Semana Santa leonesa pero sí la más sincera, por más que sólo la arroparán las notas que en postura tan complicada le pudiera arrancar el cura a un teclado que nada tiene que ver con los tambores y trompetas que cada día fueron tomando las calles de la ciudad.

Cada Pascua lo hacen. Cada año dicen adiós a estas celebraciones con su modesta pero sincera salve. Cada domingo cantan su punto final. Cada mañana esperan la llegada del teclado. Cada noche vuelven a lo suyo, a ser siervas... de los ancianos solitarios.
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