Cristina Vega 2

La salud no tiene precio, ¿o sí?

07/02/2023
 Actualizado a 07/02/2023
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De todos es sabido que lo que no se cuida y no se trata bien se desgasta y termina por desmoronarse. Y la sanidad pública no es una excepción.

Hace años funcionaba de forma correcta, como un mecanismo bien engrasado. Pero su deterioro ha ido en aumento hasta llegar a una situación crítica.

Los pacientes se ven en una encrucijada. Deben esperar su cita durante semanas o meses o bien acudir a consultas privadas donde son atendidos en cuestión de días, previo pago. Y esto no es justo, porque no todos podemos elegir.

Los médicos y demás personal sanitario arden de rabia e impotencia ante la falta de medios y la saturación a la que tienen que hacer frente día a día. Y se van.

En otros países se les ofrecen unas condiciones que no son comparables a las que tienen aquí y se sienten más valorados.

Parece que nuestro sistema de salud genera unos gastos que no interesa mantener. Y los recortes llevan al colapso de los profesionales y a la desesperación de los enfermos y de sus familiares.

En algún momento, las personas hemos dejado de ser consideradas como tales y somos números. Sin embargo, los consultorios no son cajeros automáticos que dispensan diagnósticos y recetas en vez de billetes. Pienso que el trato humano en estos casos no se puede sustituir ni limitar.

Cuando tenemos la desgracia de enfermar, merecemos que se nos dedique el tiempo y las pruebas que cada uno requiera. Y recibir un tratamiento antes de que la propia evolución del mal acabe por resolver el problema. Hablamos de algo primordial que debe ser un derecho, no un negocio.

A quien compete tomar decisiones sobre inversión en sanidad pública, conviene recordarle que somos personas. Tanto los pacientes como el equipo que nos asiste. Con nuestro nombre y apellidos, con nuestra historia.

Hay que detener este maltrato a algo tan valioso como el cuidado de la salud y la calidad de vida. ¿De verdad es ético ponerle precio?
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