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La Sábana Santa a la luz de la ciencia

06/04/2021
 Actualizado a 06/04/2021
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Estuve viendo este fin de semana una charla en YouTube de Jorge Manuel Rodríguez, presidente del Centro español de Sindonología, ciencia que estudia la Síndone (Sindón), el lienzo que cubrió el cuerpo de Jesús en el sepulcro.

Juan Pablo II dio un discurso en 1998 en el que dice: «Es un espejo del Evangelio. Es un reto a la inteligencia. No tratándose de una cuestión de fe, la Iglesia carece de competencia para pronunciarse sobre su autenticidad. Debe estudiarse objetivamente y sin prejuicios».

Se trata sin duda de uno de los objetos más estudiados de la historia y donde se puede observar a un hombre de 1.80 metros en un lino puro de espiga, como el que usaba el Sumo Sacerdote de Jerusalén. Y que ha sufrido todas las heridas que nos cuentan los Evangelistas en la pasión de Jesús: heridas punzantes en la cabeza (casco con corona de espinas), marcas de flagelación romana (120 golpes de dos verdugos), lanzada en el costado, derrame líquido por la lanzada, agujeros de los clavos en las muñecas y heridas de clavos en los pies.

Entre 1976 y 1981 se creó un proyecto de investigación (STURP) con 33 investigadores científicos que dedicaron 150.000 horas a estudiarla. Usaron el VP-8 (imágenes digitales que permiten conocer información del relieve) a la Síndone. Es llamativo que se vea perfecto: en la fotografía de la imagen ya están las tres dimensiones y esto no ocurre con ninguna otra fotografía.

Sin lugar a dudas, en ese lienzo hay sangre humana del grupo AB (el que tiene el 3 ó 4 % de la población, típica de un hebreo). Lo que vemos son huellas, improntas del mismo color. En las fibras no hay material añadido, nada pintado, no hay vapor, ni radiación… ¿Qué conclusiones sacaron el equipo STURP en sus 27 publicaciones en revistas científicas?:

«El consenso científico es que la imagen es el resultado de algo que provocó la oxidación, la deshidratación y la conjugación de la estructura de los polisacáridos de las microfibras del lino mismo (…) No se conocen métodos químicos o físicos que puedan explicar la totalidad de la imagen. Tampoco pueden explicar la imagen de forma adecuada ninguna combinación de circunstancias físicas, químicas, biológicas o médicas (…) Como consecuencia de esto, el problema de cómo se produjo la imagen o de lo que la produjo, sigue siendo ahora como antes, un MISTERIO».
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