24/07/2022
 Actualizado a 24/07/2022
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Si digo lo que pienso del concierto de Rosalía me llevan preso. Así que vamos a dar algunos rodeos. Hace ocho años me tocó ir a cubrir una actuación de One Direction, la exitosa ‘boy band’ surgida de un programa televisivo en la que militó Harry Styles. Prefería quedarme en casa revisando capítulos viejos de ‘7 vidas’, pero allá que me fui. Aquello fue un horror y, no sé por qué, me salió una crónica ‘podemita’, hablando del capitalismo y otras paridas. Me fui a roncar y cuando me desperté se había montado la de Dios es Cristo. A las fans adolescentes no les había gustado lo que escribí de sus ídolos y hasta montaron un ‘hashtag’ que se convirtió en ‘trendig topic’ y que no voy a reproducir aquí porque me llevarían igualmente preso.

Llegaron las habituales amenazas de muerte en redes sociales y la cosa se salió de madre cuando dieron con mi teléfono y éste empezó a sonar con crías llorando y pidiéndome explicaciones. Con las que pude mantener una conversación la cosa acabó bien, les dije que no tenían que tomarse como un ataque personal el hecho de que no me hubiese gustado lo que vi y oí, que cada uno tenemos nuestros gustos y todos esos rollos. Luego vino lo de mi jefe de entonces, que me tiró a los pies de los caballos y me acusó de insultar a las fans. Cuando le pregunté dónde estaban los insultos me respondió con una de las mayores muestras de cinismo que recuerdo de aquel personaje: «Es que eres tan inteligente que en tu texto ofendes sin que se note». Más tarde me enteré que su hija había estado en el ‘show’. El colofón vino cuando, volviendo a casa de noche, vi que había peña en mi portal. «Ya está», me dije, completamente chalado, «descubrieron donde vivo». Resultó que era una pareja dándose el lote y se me pasó la paranoia.

En cualquier caso, nadie me recriminó que mi gusto no coincidiese con los dictados del mercado. Pero eso ya no es posible. En la música actual, la calidad no se mide por la exploración de nuevos territorios o su capacidad para permear en otras músicas o facetas de la creación humana. Bueno es aquello que tiene más ‘streams’ o clics. Unos medios de comunicación cada vez más dañados pretenden congeniar con unos jóvenes que cada vez ‘sudan’ más de ellos y les dicen que sí, que la última movida que les mete el capitalismo por el buche con un embudo es solomillo. El canon es lo que diga quien tiene el dinero.

Al final, ha pasado con la música lo mismo que pasa con las artes plásticas desde hace 50 años: si no te gusta es que no te esfuerzas lo suficiente en comprenderla, con lo cual no puede ser criticada. Igual que el Gran Hermano de ‘1984’, no basta con que finjas respetarla: debes amarla, en tu fuero interno, con todo tu ser.
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