La riqueza de nuestro pasado en voces de nuestro presente

Gritsenda basa su hacer fundamentalmente en la herencia transmitida por las mujeres

Mercedes G. Rojo
14/04/2020
 Actualizado a 14/04/2020
El grupo de pandereteras en su composición actual.
El grupo de pandereteras en su composición actual.
«La voz viva de un patrimonio tradicional es la mejor garantía para que se conserve» (Gritsanda).

Hoy, en esta sección, nos acercamos a un aspecto de la música no tocado en la misma hasta ahora: la música tradicional. Lo hacemos de la mano de Gritsanda, un grupo de pandereteras que centran su forma de interpretar en los instrumentos más antiguos que hay: la voz, la percusión y las manos. El término que escogen para darse a conocer, «gritsanda», pertenece al acervo cultural de los valles de Laciana y Babia, y hace alusión a un elemento de su arquitectura tradicional «las losas escalonadas que fijan el cuelmo a los tejados de la casa de techo de paja o teito». De la misma manera ellas fijarán en nuestro sentir «los anhelos, secretos y esperanzas de nuestros antepasados y de nosotros mismos» a partir de una muy personal interpretación de ese folclore tradicional leonés que está en el recuerdo de tantos.

Personalmente entro en contacto con ellas, por primera vez, en Astorga, en septiembre de 2012, en el marco de la I Gala ‘Artistas por un sueño’, organizada por Manuel Ferrero, encuentro que se repetirá en diciembre 2013, con motivo de la II gala; pero ellas habían comenzado ya su andadura en la primavera de 2017, momento desde el que no han dejado de ir sorprendiendo, allá por donde pasan, con ese aire tan diferente al que estamos acostumbrados desde la mayoría de los grupos folk o los de música tradicional. Y es que Gritsanda basa su hacer en la herencia fundamentalmente transmitida por las mujeres. De las diez que en su momento comenzaron, las circunstancias de la vida las han ido reduciendo hasta las cinco que en la actualidad siguen con el proyecto, pero siempre fieles a una misma vocación y un mismo objetivo que sigue vivo desde entonces: «conocer, difundir y reinventar el patrimonio cultural de gentes y pueblos leoneses a través de sus canciones populares». Procedentes de distintos puntos de la provincia (los valles, el páramo, la montaña leonesa), formadas algunas en la Escuela tradicional de música de León y otras a través de sus abuelas, madres o amigas, este grupo de mujeres cree que la mejor garantía para que un patrimonio tradicional se conserve es «la interpretación mediante la voz viva», y a ello se aplican.

Muchas de las canciones que llevan en su repertorio forman parte del repertorio con que se acompañaban habitualmente las labores del campo, las labores del hogar y los pocos momentos de asueto que se tenían; por ello su principal instrumento no era si no algo tan básico como la voz; voces que juegan a combinar, rescatando ritmos, reinventando melodías, tomando prestadas palabras, mezclándolas con sus risas, con susurros al oído, para crear una complicidad con los anhelos y esperanzas que sus abuelas depositaban en estas canciones; añadiéndoles un acompañamiento que nos centra en las tareas que se hacían mientras se cantaba o en el ambiente que recreaban, y que parte de la humildad de instrumentos (algunas veces ni siguiera lo son por más que consigan hacernos creer lo contrario) como las cerandas llenas de garbanzos o alubias, que lo mismo nos permiten imaginar el sonido del mar, que el sonido del molino; una pica golpeada con una piedra para similar el ruido de la mina (rumba de Cari); las tablas de lavar para simular el ruido de la molienda, el golpeteo de las manos sobre la mesa…

Las mujeres, durante mucho tiempo, fueron también las que amenizaron musicalmente reuniones y bailes, ya que eran las que estaban, las que permanecían en el pueblo todo el año. Y de ahí el uso de panderetas y «pandeirus cuadraús», reyes por antonomasia de las fiestas y los bailes, que también forman parte de la instrumentación con la que Gritsanda, fieles a esa tradición, se acompañan para poner en pie de baile o hacer que les acompañemos, coreando sus voces. Embajadoras de nuestra cultura y nuestra tradición así lo hacen en nuestra provincia pero también en Zamora, Asturias o Galicia, por ejemplo.

El repertorio que este grupo nos ofrece se basa en piezas donde «el grito, el timbre de voz de las mujeres, el ritmo rápido de las canciones» son capaces de crear esa «atmósfera ancestral y milenaria que evoca el pasado y lo traduce al presente», mediante la reinvención de las canciones que cantaban nuestras abuelas a las que llenan de nuevos matices. Solo les hace falta una mesa y sus manos para crear un ritmo de percusión con el que acompañar canciones de nuestro acervo tradicional que acaban siendo jaleadas por todos, como La canción de los pastores ‘Un barco veo venir’, o ‘La panadera de los pastores’. A partir de ahí todo es posible.

Gritsanda nos demuestra día a día que la música heredada de nuestros ancestros sigue teniendo poder de convocatoria, y que seguimos sintiéndola como algo nuestro y algo vivo. Les doy las gracias por demostrárnoslo y les animo a que las conozcan y escuchen si aún no lo han hecho. El calor de sus voces y la fuerza de su sencilla instrumentación les atraparán sin duda, porque, tal como ellas nos dicen:

«Traemos desde el pasado voces del presente. Sustentadas sobre nuestros ancestros y los elementos más atávicos, nos sumergimos en la piedra para recordar el sonido del agua sobre el metal, la fuerza de nuestras manos sobre la piel, las maderas que chispean antes del fuego…».
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