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La Revolución Rusa

22/11/2017
 Actualizado a 10/09/2019
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Digo yo que, a comienzos del pasado siglo XX, el zar ruso Nicolás II no se imaginaría siquiera todo lo que estaba por venir. Ni él, ni nadie, supongo…

En 1914 estalló la Gran Guerra, la primera mundial, que puso todo patas arriba –Rusia lo supo bien–; y todavía no había terminado cuando obreros y campesinos, apoyados en parte por el ejército, decidieron que era el momento de cambiar las cosas…

Rusia vivía en un sistema casi feudal, con un zar absolutista y una minoría noble y aristocrática, con tierras y riquezas, a la que poco o nada parecía importar la situación de pobreza y explotación en que se encontraba la inmensa mayoría de la población, apenas sin derechos ni libertades.

Y en ese contexto, sin visos de modernización ni reformas, con una clase privilegiada ajena al pueblo, en plena crisis avivada por el transcurso de la guerra –que tampoco era favorable–, el pueblo se alzó contra el régimen en esa etapa de la historia que conocemos como Revolución rusa. Fue en 1917 –hace ahora cien años–, primero en marzo y, más tarde, en noviembre; aunque se conozcan como Revoluciones de Febrero y Octubre respectivamente al no regir entonces en Rusia el calendario gregoriano –vigente en España y buena parte de Europa desde 1582– sino el juliano.

No hace falta decir que la consecuencia última –a pesar de la división interna y después de no pocos avatares–, fue el nacimiento de la URSS, el primer Estado socialista de la historia que, con Lenin a la cabeza, trató de poner en práctica el ideario marxista.

El tiempo ha dejado claro que ese modelo fracasó, pero también es cierto –y no creo que pase yo por comunista– que gracias a él mejoró notablemente la situación de trabajadores y campesinos –acceso a la tierra, atención sanitaria, regulación laboral…–, que hombres y mujeres equipararon sus derechos, que se puso en marcha un sistema educativo gratuito o que propició importantes mejoras sociales. Y de eso, de alguna forma, nos seguimos beneficiando hoy. Y es de agradecer, claro.
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