La revolución altruista

¿Está en nuestra naturaleza ser altruistas? Esta es la pregunta clave del documental que vi este fin de semana en Filmin y que lleva por título ‘La revolución altruista’. El altruismo es actuar desinteresadamente por el bien de los demás, solo en su interés. Y se produce gracias al sentimiento de empatía, esa capacidad innata de sentir lo que otra persona siente. Entre personas que se aman, si ves al otro sufrir, tú sufres: «Sufrir o ver sufrir es casi lo mismo para el cerebro». El lenguaje de la empatía es universal, como demuestran observando a niños pequeños, incluso de tres meses: «Los bebés tienen preferencias morales. Si ven a una persona mala quieren evitarla y quieren que se les castigue. El sentido de justicia y de atracción hacia lo bueno es innato». Tanto en chimpancés como en ratas el sentido de cooperación es generalizado: «El altruismo se forja en el curso de la evolución». ¿Por qué?: Porque si yo te ayudo, tú me ayudas; porque ayudo mientras me observan (reputación); porque somos vecinos; porque el grupo que coopera gana siempre; y por parentesco: nos preocupamos por la familia más cercana. Así, somos cooperativos más que competitivos. ¿Siempre? ¿Qué sucede si en vez de a nuestra pareja es a nuestro rival de un equipo de fútbol a quien vemos sufrir? Aquí las tornas cambian: no solo no sentimos compasión con su sufrimiento, sino que nos alegramos. Pero, ¿podemos cambiarnos a nosotros mismos, ser más buenos, más altruistas? Sí, con la práctica de la meditación: «Dos semanas, practicando treinta minutos al día de meditación, son suficientes para cambiar nuestro cerebro». El cerebro es un órgano de plástico que produce miles de neuronas al día de acuerdo con las experiencias de la vida real: «Cambia tu mente, cambia el mundo». La meditación, concluyen, es la mejor «manera de practicar mindfulness y el altruismo»: así, cultivamos la atención y la bondad.

Vean el documental, mediten y… serán mejores.