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‘La Resurrección’ de Restituto Ruano

27/03/2016
 Actualizado a 11/09/2019
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Una de las obras de carácter religioso más celebradas y bellas de la capital leonesa, ‘El Resucitado’, que el escultor cántabro Víctor de los Ríos esculpió para la Semana Santa de León, la custodia y contempla, como garante y propietaria, la Real Hermandad de Jesús Divino Obrero desde 1959, año en que, por vez primera, salió a la calle –como lo hará hoy- con motivo de la procesión de El Encuentro, en la mañana del Domingo de Pascua.

La espléndida figura que, en agradecida y noble madera, conjugó y entalló el De los Ríos de las mejores épocas, dio el resultado de un Jesús de sobresaliente anatomía y rostro aliviado y sereno, quien, como suspendido en el aire, parece flotar en lo alto del sepulcro antes de iniciar la ascensión a los cielos. Dicho de otra manera, en un prodigio de constitución corporal y un realismo sorprendente que, por su concepción rigurosa, empaque y determinación final, traspasa y se hace dueño –envuelto por las bondades que fusiona- del irreprochable pasaje evangélico que narra el acontecimiento.

La efigie de Jesús, a punto elevarse, forma parte de un conjunto escultórico en el que se reciben, además, las tallas de un ángel –testigo directo de la situación- y tres soldados romanos –tres centinelas- en cuyos rostros se refleja el cansancio y el asombro ante unhecho que, si en verdad fue anunciado, no resultaba creíble para la imperfecta razón humana, ni, como es natural, para otra cultura –como la de Roma- imbuida de dioses y escéptica ante la posibilidad de uno solo y único: Jesús de Nazaret.

En el libro que la hermandad penitencial de Divino Obrero sacó a la luz en 2005 conmotivo de su primer cincuentenario, se cuenta cómo se pergeñó el encargo de las cinco figuras al añorado artista de Santoña a fin de componer y hacer realidad la escena del paso de La Resurrección, nombre oficial que se acreditó para denominar el capítulo triunfal y definitivo de la Pasión cristiana.

Antes de nada, conviene señalar que la hermandad difícilmente podría haberse consolidado sin la presencia y constancia de Restituto Ruano, fundador y primer presidente de la entidad penitencial. Ruano, que permanece vivo en el recuerdo de cientos de papones leoneses –no importa el color de la túnica- por su permanente dedicación en favor de Jesús Divino Obrero, fue un ‘lince’ y un adelantado a su tiempo en cuanto a llevar a cabo proyectos importantes y de calado. La creación de la hermandad suponía más que un reto en aquellos años –la década de los cincuenta del último siglo-, donde había más necesidades y problemas que soluciones. Tiempos difíciles y extraños, que un Ruano pletórico en todos los aspectos, lidió con pulso grave, los pies en el suelo asentados, y compás sosegado.

En la publicación citada se recoge que este mismo proyecto –el paso de La Resurrección- lo pretendía la cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad, cuyos rectores –con, probablemente, Andrés Guerra de Paz a la cabeza, como abad parael bienio 1954-1956- habían registrado la oportuna solicitud de autorización ante la, por entonces denominada,Junta Pro-Fomento de la Semana Santa Leonesa.

Por las causas que concurrieran, Angustias renunció a llevar adelante el propósito de la escenografía urbana de La Resurrección –la verdad es que tenía poco encaje-, por lo que Ruano lo informa y explica en el transcurso de la junta directiva de la hermandad, celebrada el 14 de noviembre de 1958. En ese momento es abad de la cofradía de Angustias y Soledad el evocado Cipriano García Lubén, heredero de una presunta procesión –que nunca se llevó a efecto- en la mañana del Domingo de Resurrección.

Al respecto del paso de la Resurrección, hay un dato curioso que permanece en el secreto de la propia hermandad o, cuando menos, en el de alguno de sus miembros. A estas alturas, después de cerca de sesenta años transcurridos, nadie estará dispuesto a revelarlo. Lo cierto es que Ruano, autorizado por la directiva, se pone en contacto con Víctor de los Ríos para cerrar el contrato correspondiente. El escultor, identificado siempre con León y, por derecho, un leonés más, ofrece, también, las mayores facilidades.

Le enseña a Ruano un paso de La Resurrección que tenía concluido para su envío a Linares, otro de los feudos importantísimos de Víctor de los Ríos. La figura central de la escena, con alguna variante, sería, al final, la que llevaría a cabo para la hermandad leonesa. Los documentos gráficos de los que se dispone así lo atestiguan cuando el grupo, completo, tiempo más tarde, llega a la ciudad para su recepción por parte de Jesús Divino Obrero.

El asunto es que Linares había cerrado el precio del encargo en 1.400.000 pesetas y, sin embargo, para la penitencial presidida por Resti la factura quedaría reducida a 325.000; es decir, un regalo. Y aquí se produce la incógnita. ¿Eran, realmente, 325.000 pesetas o algo más? Ese algo más podrían ser, efectivamente, 500.000 –que continuaba siendo un hermoso regalo-, por lo que se producía una diferencia de 175.000 pesetas de la época. Todo un capital. De ser esto cierto, que indicios, cuando menos, hay para ello ¿Quién asumió la cantidad restante, los treinta y cinco mil duros? Ahí está el misterio, aunque todo apuntaa que el propio Ruano se hizo cargo del exceso.

Y otro de los enigmas es el plazo que De los Ríos tenía para tallar las figuras. Si la reunión de la directiva se celebra el 14 de noviembre de 1958 ¿Cómo es posible –en principio- que el grupo escultórico, compuesto por cinco imágenes, quedara resuelto en menos de ciento cincuenta días, con el agravante del ingente trabajo que respaldaba por aquellos tiempos el entrañable escultor?El paso, no obstante, se exponía al público el 17 de marzo en el viejo instituto de la calle Ramón y Cajal. Todo un récord, sí.

Las hipótesis –que pueden ser varias- se sustancian con la generosidad del irrepetible Ruano para con la hermandad. ¿Había hecho ya él gestiones anteriores con su amigo Víctor, a quien, a título personal, había comprometido, con todas las bendiciones, la realización de las efigies? Todo es posible. Lo que es indiscutible es que De los Ríos no disponía de plazo suficiente para que el 29 de marzo de 1959, en la plaza de la Inmaculada –por aquella, plaza Circular- se llevara a cabo el acto del encuentro con la magnífica obra del artista santanderino totalmente solventada. Ni en la actualidad, con las nuevas técnicas al uso, sería factible presumiblemente la consolidación de un encargo de esta magnitud.

Fuera como fuese –no importa porque el asunto es mera anécdota ya- lo irrefutable es que Resti Ruano llevó a cabo una gestión impecable, audaz y deprendida para hacerse con uno de los pasos más destacados de la Semana Santa de León. Un paso admirable y admirado, que causa asombro cada año a los leoneses y forasteros que inundan las calles para contemplar el último cortejo de la semana y el acto de El Encuentro, en la plaza de Regla, frente al pórtico de la catedral.

El grupo de la Resurrección –el cristo resucitado, de manera principal- forma parte indeleble de la corta pero rica historia de la hermandad de Jesús Divino Obrero. Y a la vez, de la crónica general de la Semana Santa, a la que enriquece por su solemne aportación.

Es más que comprensible, por lo tanto, que los hijos de Restituto Ruano, Montse y Resti, se emocionen cada año, cada segundo de la jornada del Domingo de Pascua, cuando, embelesados, contemplan con la mirada turbada y el pulso incierto el famoso paso que su muy añorado padre hizo posible que estuviera en León. Ruano fue un lujo como leonés y se le recuerda en la ciudad con una calle, al lado de la de Vegarada y Peña Labra, como memoria inmortal de su rica vida e ideales. ¿Fue suficiente? Ruano, nadie lo discute, se lo mereció todo. Y más.
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