30/10/2016
 Actualizado a 14/09/2019
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El pasado miércoles, iluso de mí, pensaba que la Cultural no recibiría más de tres goles y que al menos marcaría uno en su duelo copero contra el campeón de Europa. Ese resultado venía de maravilla para componer la última columna del próximo mes. Con el mismo título que la de hoy, la mencionada pieza explicaría el viaje en tren de la afición leonesa desde la capital del Bernesga hasta el Santiago Bernabéu para vivir en directo lo utópico, lo imposible. De esta manera les hubiera contado, queridos lectores, cómo un 16 de abril de 1986 otra expedición cazurra, realizando idéntico trayecto, fue testigo de una remontada mítica, la del Real Madrid de Juanito contra el Inter de Baresi. Allí estaban, entre miles de asombrados espectadores, personajes de mi infancia, todos merengues: Manolo, Chema, Óscar, Javier y Paulino. Las anécdotas de la jornada forman parte del albúm familiar, he escuchado tantas veces esa historia en otras tantas sobremesas que la tengo idealizada. Me hubiera gustado comparar aquel tiempo con nuestros días, pero la dura derrota acontecida esta semana colapsó mi inspiración. Dicen los entendidos que para ser respetado en esta ciudad de provincias hay que moverse a ciegas por el Barrio Húmedo, vestirse de papón en Semana Santa y ser socio de la Cultural y Deportiva Leonesa. Creo estar en condiciones de cumplir la mencionada trilogía, ya que tuve tiempo de recorrer en exceso esa colina de bares que es el Casco Antiguo, acompañar con mi farol al Santo Cristo del Perdón y sorber carajillos con olor a puro en los descansos del Antonio Amilivia. Centrando esta tribuna en la tercera pata, la balompédica, debo reconocerle todo el mérito a mi tío Paulino. Recuerdo cuando el de Valduvieco nos llevaba al viejo estadio de La Puentecilla en su Seat 127 de color marrón con techo negro y explicaba en qué consistía ser de la ‘Cultu’, que para mí solo significaba regresar feliz a casa sin apenas entender nada. Si pudiera volver al fútbol con aquel hombre, que también me enseñó a disparar perdigones, desayunar torreznos y esperar a la salida de misa con cara de no haber entrado, pasaríamos un buen rato. Le contaría que sigo siendo culé, que mi preferido es Iniesta y que en el nuevo Reino de León ya no sirven café con orujo. Estoy seguro que mi tío Paulino me respondería que Cristiano es gilipollas, que el Real Madrid no remonta como antes y que ya no quedan chavales de la tierra en ese equipo árabe que juega con esmoquin.
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