La receta para quedarse viaja en táper

Afadeva lleva desde La Aldea del Puente la comida a 80 personas mayores de pueblos de la zona, lo que les permite seguir en su casa, una correcta alimentación y tener compañía

Cristina Centeno
26/01/2020
 Actualizado a 26/01/2020
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Honorio tiene 88 años y es de Villiguer. Tiene un hijo y un nieto y habla con ellos a diario, pero viven en León y pese a que no suelen faltar los fines de semana, de lunes a viernes está solo en su casa del pueblo. No hace falta ir muy lejos para encontrar una historia similar. Al otro lado de la carretera vive Tere, una mujer de 81 años. Sus dos hijos también residen en la capital y aunque uno trabaja en Mansilla de las Mulas y la visita prácticamente a diario, la mayor parte del día no tiene compañía. El mismo patrón se repite en muchas localidades de la provincia y el deseo suele ser común: no abandonar su hogar hasta que no sea cuestión de necesidad.

Sin embargo, preocupan las deficiencias con las que se puedan encontrar en su día a día en asuntos tan básicos como la alimentación, por lo que los familiares apuestan en muchas ocasiones por acercarles. Esta fue la carencia que detectó la Asociación de Familiares y Amigos de Alzheimer de Valdepolo (Afadeva) unos años después de poner en marcha su centro de día en La Aldea del Puente. La cocina que tuvieron que construir en las instalaciones era grande para las quince plazas con las que cuentan, por lo que se plantearon la posibilidad de poner en marcha un servicio de comida a domicilio con el que cubrir la necesidad del colectivo en el que centran la totalidad de sus actividades: las personas mayores.

El servicio garantiza una alimentación sana y «que una persona pase a diario» por casa de los usuarios  Fue en 2012, «empezamos aquí en La Aldea con tápers para probar si tenía aceptación o no y la verdad es que nos salieron diez personas en muy poco tiempo, por lo tanto vimos que era un servicio muy necesario, que los médicos lo apoyaban y los familiares también, y comenzamos así», recuerda Marisa Vega, directora del centro. En la actualidad, llevan la comida a un total de 80 usuarios, entre los que se encuentran Honorio y Tere, repartidos por los pueblos de cinco municipios de la zona: el propio Valdepolo, Mansilla de las Mulas, Santas Martas, Villanueva de las Manzanas y, desde comienzos de este año, Villasabariego.

En la cocina de Afadeva tienen diseñado el menú para todo el mes. El pasado miércoles había macarrones a la boloñesa de primero y tortilla francesa con verdura de segundo. Cada bandeja va acompañada por pan y postre y se coloca en el carro donde están los nombres de los usuarios, ya que algunos requieren de una dieta especial por motivos de salud, por lo que la comida se tiene que adaptar. Una vez emplatada se distribuye en las tres furgonetas de la asociación y comienza un reparto que garantiza dos asuntos fundamentales para que los usuarios puedan continuar en su domicilio. Por un lado, una alimentación equilibrada, porque «la gente mayor comía muy mal», lamenta Marisa Vega. «Si eran mujeres, que sí sabían cocinar porque era lo que habían hecho toda la vida, pues cocinaban una misma comida igual para tres días porque era muy difícil para una persona hacer una comida diferente cada día, y los hombres, que en estas zonas y en esa edad no les tocó cocinar, se alimentaban fundamentalmente a base de latas y embutido», asegura.

Por otro lado, y lo que las familias «valoran tanto o más que la alimentación» es que gracias a este programa una persona pasa a diario por sus domicilios y «habla con ellos y ve qué tal están», por lo que «tienen la tranquilidad de que si no les llamas es que está todo correcto y si pasa algo saben que les vas a llamar y les vas a informar», explica la directora de Afadeva recordando que se trata de una iniciativa que «se inició encaminada a prevenir posibles accidentes domésticos y también detectar la aparición temprana de demencias».

La comida llega a pueblos de Valdepolo, Santas Martas, Mansilla de las Mulas, Villanueva de las Manzanas y Villasabariego Porque «las personas en los pueblos, que ahora queda muy poca gente, se pasan días que no ven a nadie», recuerda Marisa Vega. Aún más los mayores y con algún tipo de problema de movilidad, que más si cabe en invierno «pasan semanas que ni ven ni hablan con nadie y somos personas, tenemos que relacionarnos», apuesta echando en falta «que muchos ayuntamientos de la zona tengan más conciencia de lo que realmente pasa con las personas mayores», que «tienen que estar cuidados» y «disfrutar de lo que les queda».

El transporte

Almudena es una de las trabajadoras de Afadeva que se encarga de repartir la comida a los usuarios por los diferentes pueblos a los que llega el servicio. En el Ayuntamiento de Villasabariego, el último en unirse a la iniciativa, lleva tres comidas a Villimer y dos más a Villiguer, localidades que están a 23 y 17 kilómetros de La Aldea del Puente, respectivamente.

En la primera de las localidades están Yolanda, Eugenio y Santos, un matrimonio y el hermano del marido, que no alcanzan los 65 años que se requieren para recibir el servicio pero sus circunstancias personales «difíciles» han llevado a que necesiten una ayuda que ella califica como «maravillosa» aunque reconoce que al principio era «un poco reacia» porque «no me gustaba que me hicieran las comidas». Almudena está con ellos varios minutos, recoge los recipientes del día anterior y se despide dejándoles la comida en la mesa. En el mismo Ayuntamiento pero a diez kilómetros de distancia, en Villiguer, la esperan Honorio y Tere. Realiza la misma operación y conversa con ambos antes de decir «hasta mañana» y volver a subirse a la furgoneta para volver a La Aldea.



Para los usuarios, el servicio tiene un coste de 130 euros mensuales, una cantidad que sería «inviable» si no lo respaldaran los ayuntamientos, que habitualmente colaboran con la asociación financiando el transporte. «Nosotros ahora mismo tenemos tres furgonetas para todos los servicios, incluido el centro de día, y hacemos unos 600 kilómetros al día entre recoger a la gente y después llevar las comidas, por lo que entre averías de furgonetas, que se hacen viejas por nada... es un coste tan alto el del transporte que si no colabora el ayuntamiento sería imposible ir hasta allí», confirma la directora.

Desde el 2 de enero estos cinco usuarios de Villasabariego reciben la comida en sus casas. La alcaldesa del municipio, Esther García, considera que es «una necesidad que estaba ahí» por lo que alaba «un servicio como este que consiga que nuestros mayores tengan una dieta equilibrada, completa y con todos los beneficios que nos puede dar la comida». Además, García celebra que para los familiares «es una forma de tener tranquilidad».

En el caso de este ayuntamiento, las arcas municipales «subvencionan parte del coste» de un servicio que consideran fundamental. «Al final tú y yo si no tenemos ganas de cocinar podemos ir a cualquier sitio y comer, pero hay gente en nuestros pueblos que no tiene esa posibilidad», recuerda. Además, «con esto podemos mantener a nuestros mayores en su casa, que es donde ellos quieren estar, con la tranquilidad de saber que están bien porque cuando pasan a verles lo ven, y que han comido bien e incluso han cenado con lo que les sobró de la comida», afirma García. Porque ya lo dice Honorio: «Como en tu casa, en ningún sitio».

Marisa Vega: "Para trabajar por los pueblos tienen que conocer su realidad"

La Asociación de Familiares y Amigos de Alzheimer de Valdepolo (Afadeva) tiene un centro de día de 15 plazas,el servicio de comida a domicilio y un programa para favorecer el envejecimiento activo en Mansilla Mayor. En total, emplean a nueve personas de la zona, por lo que la directora del centro recuerda que «estamos en el medio rural» por lo que reivindica «ahora que se les llena la boca» de remedios contra la despoblación, «que contaran con nosotros para saber de qué manera se puede fomentar el empleo y que venga gente joven». Porque en la actualidad «no cuentan y lo hacen desde un despacho gente que nunca jamás ha vivido en el entorno rural», lamenta. «Para trabajar por los pueblos tienen que dejarse asesorar o que lo haga gente que reside en el medio rural y sabe qué necesidades hay, de qué manera se pueden afrontar y de cuál no», reclama asegurando que también se encuentran con más dificultades a la hora de, por ejemplo, encontrar profesionales cualificados en la zona, porque los empleados son «jóvenes que residimos todos en el entorno rural, que al final es de lo que se trata».
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