08/02/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Aprietas un par de botones, o giras una ruedina y… ya está. Escuchar el fútbol, música o las noticias es así de simple. Qué sería de nosotros sin la radio, ¿verdad?

Lleva con nosotros desde el cambio de siglo del XIX al XX, cuando la tecnología fue capaz de llevar a la práctica la teoría de las ondas electromagnéticas que James Clerk Maxwell dio a conocer en 1873, y que Heinrich Rudolf Hertz demostró empíricamente quince años más tarde. Y, aunque parece ser que la invención de la radio ha sido atribuida –después de no pocos años de litigios– al físico e ingeniero nacionalizado estadounidense Nikola Tesla, lo cierto es que en esa ‘paternidad’ entran en la pelea el italiano Guglielmo Marconi, el ruso Aleksandr Stepánovich Popov y el español Julio Cervera.

Sea como fuere, el caso es que la radio resultó ser toda una revolución a medida que se fue generalizando entre la sociedad. Los más mayores te lo pueden contar de primera mano…

La radio fue también útil en la España de la Posguerra para quienes querían acceder a la información sin censuras, gracias a emisiones clandestinas en Onda Corta –las más famosas fueron las de la radio Pirenaica– que escapaban al control del régimen.

Ni que decir tiene que la radio ha superado hace ya mucho tiempo aquella idea del transistor, la Onda Corta, la AM y la FM. Ahora ya hay emisiones directamente a través de internet y, tanto estas, como las tradicionales que se sirven de las ondas –incluida la parrilla local, y hasta de pequeñas emisoras– están en muchos casos disponibles para ser descargadas o escuchadas en cualquier momento. Desde que lo descubrí hace unos años, soy asiduo oyente de programas emitidos a cientos de kilómetros sobre, entre otros temas, astronomía y Semana Santa. Y ni te imaginas la rabia que me da que no haya nada parecido en León, con todo lo que se podría contar… Y, lo mismo ocurrirá, digo yo, con otras tantas materias.

El próximo lunes se conmemora el Día Mundial de la Radio, un medio de comunicación que está más ‘vivo’ que nunca. Y no sabes cómo lo agradezco, especialmente, cuando voy en el coche o al salir a correr. O, sin ir más lejos, mientras escribo esta columna.
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