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La que SÍ está cayendo

17/11/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Desde hace casi cuarenta años, por cuestiones más o menos profesionales, que tampoco tienen demasiada importancia para el caso, he estado viajando a Barcelona entre seis y ocho veces por año.

Esa presencia continuada en aquellos lares me ha permitido ir viviendo los cambios en la sociedad catalana, quizás más bien barcelonesa, y cómo se ha ido llegado hasta donde ahora mismo está.

Porque, es que ni es de ahora ni es la primera vez, y ahí está, sin ir más lejos, la declaración de Luis Companys en el 34 que acabó con todos ellos entre rejas.

Y lo de ahora, pues ya se ve cómo vamos.

Y, a fuer de sincero, todo esto no empezó ayer. De una sociedad adelantada y rica, siempre más que el resto de España, muy suya, eso sí, pero amigable y con la que te podías entender no solamente por idioma, sino, y sobre todo, contando en pesetas, pasamos a otra recelosa, dolida y siempre quejosa de que el resto de España abusa, de que ellos pagan mucho mientras reciben poco, tan poco que ya es hora de que se acabe el trato.

Hace algo así como venticinco años, cuando la edad me permitía jugar al tenis, y en los tiempos de vacaciones, tenía un amigo al que llamábamos ‘el catalán’, un tío simpático y chistoso, con el que siempre tuveun muy agradable trato, hasta que un malhadado día, en una conversación entre cervezas, salió el ‘tema’. Recuerdo que, según él, «ya iba siendo la hora de que cada uno en sus territorio empezara a funcionar con lo que tenía, y allá cada cual con su situación». En el toma y daca de la conversación, no pude por menos hacerle ver que tampoco parecía muy justo plantear una carrera de cien metros en que uno, ellos, que habían recibido toda clase de ayudas y protecciones, se presentaran en la línea de salida en plena forma, mientras otro lo hacía varios metros detrás, aquél estabacojo o el siguiente lo hacía en silla de ruedas. Cuando todos estuviéramos iguales, pues bueno, pero no así. Ni siquiera me replicó. Se cayó como un muerto y, a partir de aquel día, las relaciones se enfriaron hasta tal punto que desaparecieron. Eso hace ya 25 años. Ah! Y, además, el ‘catalán’ era de Zaragoza.

Según pasaron los años, visita a visita a Barcelona, pequeñas cosas iban cambiando. Cada vez más, en los corros de conversación de pronto dos se ponían a hablar en catalán sin consideración a la mayoría que no les entendíamos, las cartas de los restaurantes se presentaban solo en catalán o, como mucho, encatalán inglés y español, cambiaban las rotulaciones de las calles… Poquito a poquito. Y también poquito a poquito aumentaban las quejas.

Allá por 1998, en una cena en la terraza del Hotel Clarís de la ciudad Condal, mientras veíamos el partido España-Francia del campeonato mundial, uno de los varios comensales catalanes de la mesa se quejaba, a mí que era el mesetario, de que las empresas se estaban yendo a otros lados, y Cataluña estaba perdiendo fuelle. Es más, lo achacaba «al centralismo de Madrid». ¡En un estado troceado en 17 autonomías, cada una por su lado! No pude por menos de decirle que dejaran de mirarse al ombligo achacando a los demás sus propias culpas, en forma de exigencia de idioma, que, además de ahuyentar a las empresas y especialmente a las multinacionales, hacía incomodísimo el trato diario, sobre todo el administrativo, y de quejarse de la competencia de los demás (Madrid, Valencia, etc.) como si les estuvieran quitando algo suyo obtenido por derecho divino, sólo porque durante lustros, casi siglos, cualquier industria, marca, distribución o servicio, se había hecho desde allí.

Cataluña nunca se sintió ligada al 12 de octubre, según ellos porque nada tuvo que ver con el descubrimiento de América. Y es verdad. Los Reyes Católicos se financiaron con los banqueros genoveses que pusieron como condición que a los catalanes, en ese asunto, ni agua. Y así fue.

Y muy continuadamente han aireado el famoso año de 1714 ysu derrota en la ‘guerra de sucesión’, por ellos convertida en ‘secesión’, por la que les quitaron sus fueros, por otro lado como a los demás, pero olvidándose que eso les abrió a continuación las puertas del gran negocio americano, especialmente, vaya por Dios, el esclavista. No obstante lo cual siguieron sin querer saber nada del 12 de octubre, y solamente cuando las olimpiadas de Barcelona, y a regañadientes, lo incluyeron como fiesta nacional… casi 200 años después. Claro que hoy han vuelto a las andadas.

Y así sucesiva y continuadamente, a través de esa puertecita que la actual Constitución abrió para dar gusto a vascos y catalanes para que así se aprobara por aplastante mayoría, cosa que los vascos ni siquiera hicieron, se ha ido tejiendo su ‘proces’, a caballo de unas autonomías que se crearon con intención de pura descentralización administrativa, pero que, creadas de primera y de segunda, llevaron a una carrera de competencias administrativas, con el tiempo, se fueron convirtiendo en políticas.

Todo eso ayudado por un sistema electoral que, obligando a hacer gobiernos de mayorías, y siendo muy difíciles obtenerlas absolutas, fuerza a configurarlasa basede pagos en dinero y ‘en especies’, ¿a quién?, pues a los nacionalistas.

Sia esto le añadimos su falta de lealtad institucional, además de su también natural egoísmo excluyente, tendremos lo que ya tenemos.

Y llegamos a hoy, con Cataluña desbaratada por una clase política cuya intención, no dicha abiertamente, pero sí secretamente buscada, no era la independencia total, sino algo más parecido al concierto vasco o, aún mejor si fuera posible,al estatus de ‘nación libre asociada’. Básicamente la misma situación que Puerto Rico tiene con los USA, pero con los papeles cambiados: el rico es el pobre y el pobre es el rico.

Y como estado libre asociado es un estado, o nación, llámese como se quiera, la cosa sería perfecta: con su parlamento, y competencias propias y exclusivas en todos los ámbitos, sin representación en el parlamento del estado madre, España, y viceversa, sin que haya posible ingerencia de uno en otro y de otro en uno para todo tipo de decisión política y administrativa, a excepción, claro, de la comercial. Ahí se mantendría la Cataluña que vende mientras los demás compramos, sin aranceles de país tercero, con todos los beneficios a liquidar en Cataluña y, por supuesto y ante todo, siguiendo dentro de la Comunidad Económica Europea como si nada. O sea, para ti el hueso y para mí el momio. Pero si ya lo dijo el sr. Mas: «Con España nos vamos a llevar muy bien, y los catalanes mantendrán la nacionalidad española», pagando nosotros sus pensiones por ejemplo. Tururú.

Hoy eso, y porque la CUP les ha ido llevando del ronzal, se ha ido, por ahora, a la porra. Pero si no había más que ver las caras de ‘alegría’ de los señores de Esquerra, PdeCat y compañeros mártires, que no la de los miembros de la CUP, en la proclamación de la independencia.

¿Y ahora?

¿Se va a modificar la Constitución, cosa que nuestros políticos, unos y otros, pretenden sin decirlo claramente, para que esta situación no se vuelva a repetir, o para ‘encajar’ a Cataluña, y luego a los demás, por el camino del referéndum, el cupo o el estado libre asociado?

¿Se va a modificar el sistema electoral para que, por ejemplo, gobierne el que gane, mediante el mecanismo que sea (como el de Grecia, que para ello se le regala 50 escaños al ganador), y así, de una vez por todas, cerrar esa puerta que nos ha estado obligando a pagar peajes continuados a las autonomías menos leales,o vamos a seguir como estamos, pagando y perdiendo de por vida?

¿Se van a reestructurar las autonomías recuperando evidentes competencias del estado, o se van a solidificar y blindar ‘ad eternum’?

¿Se van a limitar las capacidades legislativas de esas mismas autonomías que vuelven locos a los administrados y que consecuentemente sellenan de funcionarios para aplicarlas, o van a seguir proliferando leyes, reglamentos y decretos como si nada pasare?

Y unos cuantos interrogantes más.

La ocasión la pintan calva ¿Se aprovechará?

Pues veremos, porque, hoy por hoy, se están dando más bandazos que un garbanzo en la boca de un desdentado, y cualquier cosa puede pasar.
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