La psiquiatría de la religión

Por Saturnino Alonso Requejo

L.N.C.
02/10/2022
 Actualizado a 02/10/2022
religio-saturnino-02102022.jpg
religio-saturnino-02102022.jpg
Hace muchos años, muchos años, muchísimos, nada menos que en el Paleolítico, el Patriarca de la Cueva de Altamira se levantó de junto a la lumbre, fue hasta el fondo de la caverna, puso su mano derecha sobre el Bisonte que había pintado en la roca, y le dirigió esta especie de oración suplicante y bien sentida, como si lo hiciera ante una divinidad misericordiosa:
– BISONTE, tú tienes por ahí a tus crías disfrutando de pastos abundantes. Pero yo tengo a mis niños postrados en el camastro de pellejo, porque hace tres días que no prueban bocado. Se me morirán de hambre.
¡Déjate cazar y te adoraré como a una divinidad misericordiosa!
Fue después de esto cuando se calzó las coricias de pellejo crudo y salió de cacería con una cuadrilla de los suyos.
¡Que haya suerte!
Después de un largo ojeo peligroso, dieron alcance al Bisonte más grande y de pelaje más reluciente de toda la manada que, compasivo, se les entregó con más misericordia que el agua dulce de un brezal. ¡Oye, tú, que no lo abarcaban con los dos ojos desorbitados!
De regreso a su cueva, sus mujeres prepararon el asado a la brasa; y se quedaron tranquilos después de llenar la andorga; como si hubieran comulgado un sacramento natural.

Viniendo ya a lo nuestro, en los inquietos tiempos que corren se ha puesto de moda tener un PSIQUIATRA particular, como se tiene un sastre remendón o un boticario de confianza sobre el que descargar nuestro costal de inquietudes.
Este fue el caso de aquel estudiante de Salamanca que, después de vivir la noche y tontear con la droga, tenia la cita semanal con su psiquiatra sin resultado alguno, con el cual se había gastado el importe entero de la beca.
El caso fue que aquel día de cita madrugó, se echó la mochila a la espalda y salió de la ciudad a patear la su Castilla, tan desconocida, teniendo muy presente el lema de aquel libro que le había prestado una buena amiga: «MÁS PLATÓN Y MENOS PROZAC».
El caso fue que, al toparse con el primer zarzal, echó una meada libre, y le dijo a los tordos que se espulgaban al sol naciente:
¡A la mierda el PROZAC!
Y tiró en el zarzal las pastillas que le quedaban,

Algo de esto sabía Fray ANTONIO DE GUEVARA Y NOREÑA (1480-1545), franciscano él y Obispo de Mondoñedo. Lo cuenta en su libro ‘Menosprecio de Corte y alabanza de Aldea’. Decía:
«Es privilegio de aldea que no moren en ella
ni FÍSICOS mozos, ni enfermedades viejas,
porque, de cuatro partes de la azienda,
la una la llevan los LOCOS,
la otra la llevan los LETRADOS (abogados),
la otra los BOTICAIROS,
y la otra la llevan los MÉDICOS».
Menos mal que en la aldea:
«No hay LETRADOS que nos pelen
ni MÉDICOS que nos maten».

Mientras los Filósofos y Teólogos discuten sobre la existencia de Dios y un más allá para el hombre, el pueblo llano acude a la PSIQUIATRÍA DE LA RELIGIÓN como gato a bofe o como camellero al agua clara de un oasis.
Hasta el mismo SAN MANUEL BUENO Y MÁRTIR de Unamuno, aunque era ateo, fue párroco de San Martín de Castañeda, allí encima del Lago de Sanabria. Y utilizaba las creencias de sus feligreses para consolarlos, para darles alguna alegría, para ayudarles a bien vivir y morir con esperanza. ¡Una Obra de Misericordia!
¡La Psiquiatría de la Religión! ¡Ahí es nada!
Y aquel ateo francés dejó escrito:
«Dios no existe. Pero no se lo digáis a mi criado, no sea que venga y me asesine».

En fin, Señoras y Señores: que la religión ha sido, es y será el GRAN PSIQUIATRA DE LA HUMANIDAD. Como lo era confesar nuestros pecadillos con Don RUPERTO, natural de Remolina y Párroco vitalicio de Anciles. Que por el módico precio de una Salve de penitencia, regresabas a casa más limpio que la fuente de La Juñera y con más claridad que EL OJO DEL MAR bajo las peñas calizas de La Huga.
Siembren ya ustedes en esta surcada todo aquello que a mí se me ha quedado en el hondón del tintero.
¡Que así sea y AMÉN!
Lo más leído