29/01/2020
 Actualizado a 29/01/2020
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La plaza Mayor de la capital leonesa es uno de esos lugares por los que da gusto dejarse caer de vez en cuando. En las grandes ocasiones –para, pongamos por caso, presenciar el Encuentro del Viernes Santo, o para ‘cumplir’ con las sopas de ajo en las fiestas de San Juan y San Pedro–; pero también un día cualquiera, aunque sea de paso, que ya sabes que no es mala zona para alternar… ni para ‘perderse’ paseando por sus callejinas.

Pero, además, cada miércoles y sábado amanece ‘vestida’ de tradición, la de un mercado agroalimentario que es más antiguo que la plaza Mayor que hoy conocemos; que si esta se remonta a la segunda mitad del siglo XVII –un incendio en 1654 obligó a reconstruirla por completo, y no se finalizó hasta 1677–, el mercado ha cumplido ya más de mil años: el Fuero de León promulgado por el rey Alfonso V en 1017 establece su protección –el miércoles, que es el día más antiguo; el sábado lo autorizará en 1466 Enrique IV– en la llamada «paz de mercado».

Frutas, hortalizas, legumbres, embutidos… son los protagonistas de una plaza a la que dan vida cientos de leoneses que hacen de la compra poco menos que un ritual: se paran en distintos puestos, comparan la mercancía –en ocasiones recién cogida de la huerta por pequeños productores locales–, preguntan –y, cuando se tercia, regatean–…; y, en donde les convence, compran.

Ir a la plaza –así, sin más: la plaza– es cita casi obligada para un buen número de leoneses; y aunque, como todo en la vida, evoluciona –mucho ha cambiado en las últimas décadas–, sigue manteniendo su esencia. Y eso, a la postre, hace que quienes acuden habitualmente no dejen de hacerlo; pero también que aquellos que –por los motivos que sean, entre ellos la falta de tiempo– no suelen comprar allí, si se acercan, vivan una experiencia diferente.

Y es que, en ocasiones, y aunque a muchas veces ni nos damos cuenta, lo especial se encuentra en lo cotidiano. Y en este caso, así lleva siendo ya desde hace unos cuantos siglos.
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