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La plaga del taladro

13/08/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Dicen que ya llegó hasta a La Ercina el ‘Cacyreus marshalli’ esa mariposa africana que destruye los geranios. Si la madre del cronista, Paula, que había nacido en La Ercina pero siempre creyó que era de Valdehalcón, cerca de Nava de los Caballeros, si ella estuviera viva y tuviera que pasar por el trance de ver como ‘el taladro’ (que así llaman a este bicho) se comía sus geranios queridos, creo que volvía a morirse.

Poco le hubiera importando, en cambio, que Javier Sierra (el Kent Follet hispano) ganara el premio Planeta con un relato sobre el ‘grial’ que él tiene por un fuego sagrado y nos dibuja como originario de Cataluña, como el ‘seny’ y el separatismo, dejando a un lado el cáliz de Doña Urraca de nuestro San Isidoro que es el grial verdadero. Y menos el que el ex-honorable y ex -presidente Puigdemont, abandonase el barco como el capitán del Costa Cruceros que encalló en una roca por saludar a una ex novieta que le miraba desde el acantilado, y salió el primero abandonando el puente de mando. Nada que ver con el hermano de Sigrid Pulgar, de Pola de Lena, que, pudiendo escapar el primero, se quedó para ayudar en la evacuación hasta del piloto del avión que se estrelló el otro día en Méjico.

Lástima que no aparezca pronto una plaga capaz de carcomer, de una vez por todas, las orugas de los nacionalismos separatistas y las de los cobardes. Un taladro que mate esa capacidad del ser humano de poner en el mismo plano lo real y lo ficticio. Como pasaba con la evangelización de los indios por los conquistadores que, según cuenta nuestro José María Merino en su ‘Souto’ no eran capaces de «distinguir entre lo verdadero, lo falso, y lo ficticio…y los catecúmenos del cristianismo podían poner en el mismo nivel de verosimilitud los Evangelios de Cristo y las Aventuras de Amadís de Gaula».

No me ‘taladres’ le decía el compañero de Celda en Soto del Real al catalán, unos de los Jordis, su compañero de presidio, cuando le volvía con la matraca del separatismo. Y no es que don Jordi le explicara que en la parte bajera del retablo de San Clemente de Tahúll hay una extraña mujer con ‘un algo’ en la mano que resplandece y que bien podría tratarse del fuego sagrado, o grial, de los catalanistas. No, señores. Lo que don Jordi repetía es que, de haber en Cataluña una república, ya nunca más tendrían los catalanes que soportarnos a nosotros, los charnegos. El taladro del separatismo, como el de los geranios.
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