07/06/2016
 Actualizado a 17/09/2019
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Más de una vez nos hemos encontrado con gente que va de buena y sensata porque no habla nunca de política. Sin duda la propia palabra ‘política’ tiene para muchos una connotación despectiva; pero, independientemente de que haya políticos cuyo comportamiento no es precisamente ejemplar, la política es muy importante y debe preocupar a cualquiera que se precie de persona responsable. Con razón Aristóteles definió al ser humano como un animal político.

Parece, pues, justo que sintamos una gran preocupación por el futuro político de España. Ya se sabe que el voto es secreto, pero ello no significa que uno no tenga derecho, especialmente en estas circunstancias, a manifestar sus preferencias. Es verdad que todos los candidatos en principio merecen todos los respetos, pero tanto ‘buenismo’ puede resultar peligroso y engañoso.

Más de una vez, antes de que existiera Podemos, en los momentos más álgidos de la crisis, mucha gente se extrañaba de que hubiera tanta indiferencia en la sociedad, y que de alguna manera la gente no se movilizara o manifestara su malestar. En este sentido es preciso alabar la astucia de los ‘podemitas’, que han sabido capitalizar ese descontento. Ello no significa que esté en sus manos la solución de los problemas que denuncian. Más aun, son muchas las personas que tienen cada vez más claro en definirlos como «lobos con piel de cordero».

No es, por tanto, ninguna buena noticia lo que indican las encuestas: que los populistas ya están por encima del Partido Socialista. Pero, al mismo, tiempo eso significa que tratan de poner en su sitio al principal causante de esta crisis, esto es, a quien o a quienes por activa o por pasiva se niegan a dialogar y a llegar a acuerdos con el que presumiblemente será más votado, con Mariano Rajoy, como si éste fuera lo peor que ha tenido España. Lo cual es tremendamente injusto, pues, visto el panorama, y a pesar de sus limitaciones, dada su experiencia y preparación, hoy por hoy parece, por lo menos, el mal menor. Como diría el chiste: «Virgencita, que me quede como estoy».

Somos conscientes de que quizáno sea políticamente lo más correcto definirse a favor de nadie, pero en estos momentos y teniendo en cuentael peligro de que se implante la hegemonía del radicalismo de la extrema izquierda, parece que lo más sensato sería optar por el camino más seguro que lleve a gobernar al centro derecha. Volviendo al refranero, habría que decir que «vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer».
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