La perversión del cortoplacismo, por Misericordia Bello

La presidenta del Consejo Regulador del Bierzo analiza las fortalezas de la provincia tras la pandemia

Misericordia Bello
06/06/2020
 Actualizado a 06/06/2020
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No es la primera vez, y me temo que no será la última, en que una crisis saca a colación nuestros eternos problemas estructurales y nuestras persistentes carencias. Dice el refranero que «a perro flaco, todo son pulgas» y me temo que España lleva toda o casi toda su historia como perro flaco, que se alimenta parcamente en tiempos de bonanza pero que pasa hambre a poco que la economía mundial falle sea por crisis financieras, sanitarias o de cualquier índole.

No soy economista, no puedo analizar con autoridad académica cuáles son las causas de nuestra situación económica, de por qué habitualmente somos los primeros en caer y los últimos en levantarnos. Pero es evidente que no nos podemos comparar con numerosos países de nuestro entorno europeo. Algo falla y desde hace mucho, mucho tiempo. Y aun así creo que somos, o podemos ser, un gran país porque sigo creyendo en la gente.

Basta con estar al tanto mínimamente de la actualidad para constatar ciertos vicios. Veo con preocupación que no se invierte –porque no se valora realmente– en investigación, que la educación cada vez tiene un nivel más bajo, que nuestros talentos se marchan al extranjero, etc. etc.

Como ciudadana me pregunto por qué los políticos jamás toman medidas eficaces que puedan perdurar en el tiempo, por qué unos deshacen lo que han hecho los anteriores y por qué todo se medio soluciona (por decir algo) con medidas a corto plazo que no valen para nada. Y como el cortoplacismo te lleva a no tener un rumbo definido y perdurable, permanecemos siempre en el mismo punto muerto, esperando que las «cosas se arreglen». Lo llevamos claro.

Y de repente llega un día en que un señor a miles y miles de kilómetros de aquí se infecta con un virus y nuestra vida cambia y todo se paraliza. Las ventas bajan, la vida ha cambiado, los bares y restaurantes están cerrados y todo parece que se va por el sumidero ¿Qué podemos hacer? ¿Sabremos adaptarnos a las nuevas circunstancias?

En el Consejo Regulador de los Vinos del Bierzo llevamos seis años –y perdonen que ponga como ejemplo a esta institución– en los que se han tomado decisiones estratégicas cuyos frutos quizá se recogerán en el futuro y no necesariamente por quienes las implementamos. Esperamos que los que nos sucedan sigan en esa brecha, mejorando para fortalecer la marca Bierzo de forma constante y estructural. Creemos en la estrategia a largo plazo y pensamos que hay que tener la mirada puesta más allá del día de mañana. Por eso, por ejemplo, acometimos la zonificación, una auténtica revolución para que nuestros vinos se valoren mejor en el futuro. Trabajamos para fomentar la calidad, frente a la cantidad y todas nuestras decisiones, aunque nos podamos equivocar, por supuesto, llevan ese rumbo. Hasta ahora, más o menos bien. ¿Pero cómo podemos mejorar nuestra política de ventas?

En el mundo que nos ha tocado vivir, donde la globalización es extrema y todo está interconectado hay un posible aliado, que no es nuevo, que estaba ahí como algo accesorio y que ahora se ha convertido en fundamental: internet y la venta online. No digo que esto nos vaya a arreglar la vida, pero está claro que aquellos que apostaron por este canal en su momento, pensando en el futuro a largo plazo, tienen más posibilidades ahora que aquellos que le restaron importancia a las nuevas tecnologías y que la pandemia les ha pillado con el paso cambiado. Si además de cortoplacista, tienes miedo al cambio, el futuro te arrollará.

Cuando una puerta se cierra, siempre hay otra que se abre. Las crisis, aunque indeseadas, pueden ser también fuente de oportunidades. Las crisis nos obligan a reinventarnos. Es necesario identificar aquello que no funciona (la crisis nos está ayudando a identificarlo) y sustituirlo por nuevas ideas y técnicas, y esto conlleva más y más aprendizaje.
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