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La pertinaz mentira del Sr. Rajoy

José Luis Gavilanes Laso
12/11/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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Con más contumacia que los niños catarrosos, le vengo oyendo al presidente don Mariano Rajoy Brey en sus discursos de pompa y circunstancia, y ya hasta la saciedad, que España es la nación más vieja (otras veces dice antigua) de Europa. Y apostilla que el hecho se remonta a quinientos años, esto es, aunque no especifique, allá por la época de los Reyes Católicos. No soy el primero, ni el único, ni el más cualificado que le sale al encuentro para desmentirlo, lo que no obsta para que hagamos hincapié en ello de una manera un tanto singular por lo que supone una desconsideración hacia Portugal, como en seguida se verá.

No voy a entrar en la confusión latente entre Estado y nación que conlleva la aludida aseveración de don Mariano. Ni voy a entrar tampoco que con Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, tras la conquista del reino árabe nazarí de Granada en 1492, la concordia de Segovia (tratado de 5 de enero de 1475 firmado por Isabel y Fernando que no suponía un acuerdo entre marido y mujer sino el pacto entre dos bandos políticos rivales) y la incorporación del reino de Navarra en 1512, se englobaba un territorio en extensión y límites semejante al actual, pues sólo se establecía una confederación de reinos, ya que cada uno de ellos conservaba sus propias leyes, lenguas, costumbres, instituciones políticas, banderas, escudos e incluso fronteras. Fernando e Isabel no constituían un matrimonio con bienes gananciales, ni los católicos monarcas del «tanto monta monta tanto» y del yugo y las flechas usaron nunca el título de reyes de España, porque por aquella época hablar España suponía más entender un concepto geográfico que político, y eran cada uno de los reinos los que tenían su singularidad política y autonomía como nación y como Estado. Tampoco voy a entrar en que hablar ya de España en términos políticos de lo que hoy entendemos por Estado español tendrá que posponerse hasta bastante más adelante en el tiempo. Ni entro tampoco si hubo otras naciones o Estados anteriores europeos fuera de la península ibérica ya constituidos antes que España lo fuera. Y no entro en esos huertos por el simple hecho de que no tengo que moverme de la península ibérica para corregir a don Mariano de su aserto, saliendo al paso para decirle que Portugal –sí, sí, Sr. Rajoy, este rectangular territorio soberano aquí al ladito nuestro donde se nos pone el sol y nos tapa la vista del Atlántico excepto por su saudosa tierra gallega– nos lleva una ventaja de 250 años como Estado y como nación, con fronteras que, salvo el enclave de Olivenza, prácticamente son las mismas que hoy en día nos separan. Hagamos un poco de historia.

Allá por el siglo XII, en fecha no precisa, Afonso Henriques o Afonso I (1139-1185) tomó el título de rey de Portugal y logró ser reconocido como tal por su primo el emperador Alfonso VII de León (tras el enigmático encuentro en Zamora el 5 de octubre de 1143) a cambio de prestarle vasallaje. La realeza soberana del portugués fue refrendada el 23 de mayo de 1179 por la bula Manifestis probatum est argumentum, publicada durante el pontificado de Alejandro III, pues por aquel entonces el poder temporal no se consideraba legitimado si no era consagrado y bendecido por el eclesiástico. Los sucesores en el trono portugués prosiguieron la expansión hacia el mediodía peninsular en detrimento de los árabes. Con Afonso III (1248-1279) se reconquistó definitivamente el Algarbe con la toma de Faro en 1249, el último bastión musulmán por la parte suroeste. Un acuerdo firmado en Badajoz en 1267 entre los reinos de Portugal y Castilla y León fijó la frontera entre ambos en el curso del Guadiana, desde la confluencia del Caia hasta el mar, y venía a fijarse como tal en todos los tramos desde el Miño hasta el Guadalquivir (salvo el ya aludido y controvertido enclave de Olivenza que pasó definitivamente a España en 1801 a consecuencia de la llamada Guerra de las Naranjas ganada a los portugueses por el ínclito Godoy), poco más o menos con la que hoy discurre entre los dos países.

No seré yo quien ponga en entredicho la solvencia del Sr. Rajoy en materia de registros de la propiedad o propiedad de los registros; ni me atrevo a afirmar, como lo hace un amigo mío, que el Sr, Rajoy no dice la verdad ni siquiera a su médico de cabecera, cosa , por otra parte, muy sintomática de los dirigentes políticos. Pero a otros faroles muy contestados por expertos de sus discursos respecto a lo bien que marcha al economía española se une este de la historia, que por cate merecidísimo es para el Sr. Rajoy una asignatura pendiente. Pues, si hubiera que calificar políticamente a don Mariano de igual modo que por su competencia en Historia de la Península Ibérica, nos encontraríamos con un huerto más sembrado de calabazas que de sandías. Afortunadamente no es así. Espero que esta modesta aportación de un servidor contribuya a bajar los humos para que, de una vez por todas, se silencien esas falaces fanfarrias oficiales de discurso eufórico y triunfalero. O, en su defecto al menos, deje de iluminar el farol para siempre de que España es la nación más vieja o antigua de Europa, cuando no lo es, como está demostrado, ni siquiera de la península ibérica. Si el Sr. Rajoy insiste una y otra vez, ya no se trata de equivocación, más o menos disculpable, sino, de pertinaz mentira. Y a otro chucho con ese hueso.
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