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La patria bovina

22/04/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Creo que más que un León, el animal totémico de esta tierra tendría que ser la vaca, una lustrosa vaca grande pastando en verdes prados, mansa aunque con grandes cuernos para defenderse muy de cuando en cuando, rumiando el mismo bocado, esquilmadas sus ubres por tantos. No es patriotismo bovino. O sí. Porque si como dice Rilke la patria es la infancia, en la mía eran sagradas la Paloma, la Chester o la Princesa. Ya he contado aquí la emoción que me causa trabajar con el fotógrafo y el periodista que hace quince años me sacaron a cuatro columnas en La Crónica posando con una vaca de mis abuelos. Es decir, en mi más temprana relación con el periodismo ya estaban ahí las vacas. Y ahora descubro personalidades como la del profesor Takayuki Muramoto, el sensei de la cecina, que se maravilla con este manjar, con los animales que lo dan y con la tierra en la que se crían. O asisto a la incredulidad de los peregrinos franceses que recorren el Camino de Santiago en sus tractores y que aseguran no haber visto vacas hasta llegar a León, el primer lugar en el que vieron lecheras desde que entraran por Roncesvalles. Hasta una vaca de León estuvo a punto de entrar en Gran Hermano y algunos muy buenos restaurantes incluyen en su carta, entre wagyus, angus, rubias gallegas o retintas, la Parda Alpina, que a tantas familias facilitó el sustento hasta no hace tanto. Sin olvidar la fama de aquellas Mantequerías Leonesas que se abastecían de la leche de las vacas de las montañas leonesas. Pero pese a todo ello, en la heráldica y en el arte leonés es bastante difícil encontrar rastros bovinos. Por fortuna, hay maravillas como ‘El hombre y la vaca’ de Tarna con textos de Juan Carlos Mestre y la voz de Víctor M. Diez. En esos versos y esas notas está la provincia. Esos versos y esas notas hacen justicia más que cualquier himno o escudo.
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