La página en blanco y Luis Mateo Díez

Por José Javier Carrasco

21/04/2021
 Actualizado a 21/04/2021
El escritor lacianiego Luis Mateo Díez. | JUAN LÁZARO (ICAL)
El escritor lacianiego Luis Mateo Díez. | JUAN LÁZARO (ICAL)
La mano comienza a escribir inspirada en la página en blanco, en ella el escritor da paso a su primer personaje, cuya actitud le recuerda la de una sabandija: «Bajo esa sombra primeriza del oscurecer, que parece una cortina granate en el relumbre de junio, Jacinto Sariegos se evade con el gesto solapado de una sabandija». El telón se alza en un anochecer, al que seguirá una noche alucinante, que durará tanto como la primera parte de la novela ‘La fuente de la edad’ de Luis Mateo Díez, publicada en 1986; seis apartados que corresponden al planteamiento de la trama. Un grupo de personaje estrafalarios, que se denominan a sí mismos cofrades de una heterodoxa hermandad, en una ciudad de provincias deprimente y sombría de la España de los años cincuenta, busca el cuaderno de un abate que habla de una fuente maravillosa, que permite vivir eternamente. Después de cenar unas ancas de rana en una boardilla, ese grupo de amigos se dirige a una taberna donde fraterniza con un grupo de lisiados, a la espera de alguna pista sobre el paradero del cuaderno del abate. Su periplo nocturno les conduce a una cuadra donde agoniza un mulo, condenado, desde la guerra civil, a sufrir eterno confinamiento porque dio muerte de una coz a un oficial franquista. Después se dirigen a la casa de un chamarilero que sabe algo sobre el cuaderno. Este nuevo personaje ha sido sorprendido por su mujer manteniendo relaciones con la cuñada en el servicio, donde les ha encerrado. Liberado gracias a la labia de uno de los cofrades, emprenden una nueva deriva por la ciudad hasta la Plaza Mayor, en una de cuyas casas se encuentra un baúl, que presumen puede ocultar el preciado cuaderno. Deben asaltar la casa y en la huida un vecino les dispara con una escopeta, que hace blanco en las posaderas de dos de ellos. Acuden a un lupanar a curarse las heridas. Una vieja prostituta rememora para los presentes una historia de su juventud, en la que un miembro de Acción Católica muere agotado en sus brazos, después de realizar entre siete o diecisiete cópulas, quién sabe. Mientras amanece, descubren bajo un soportal, en el fondo del baúl, el cuaderno. Avanzamos entre sombras crepusculares, débiles luces de taberna y el trémulo resplandor de la luna sobre calles desiertas, en un ejercicio de transfiguración de un espacio urbano y de un grupo de gentes, para las que la búsqueda de una quimera simboliza el ansia de libertad de un tiempo constreñido por el convencionalismo. Este brillante comienzo de la novela arranca de una página en blanco, que dará paso a un perturbador y a la vez maravilloso estado de arrobamiento, llamado también inspiración, en el que se suceden las palabras en una corriente vertiginosa, que el escritor traslada al papel con una sonrisa irónica en los labios.
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