La nueva policía del pensamiento

Por Sofía Morán de Paz

Sofía Morán
18/11/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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El pasado domingo se celebró en Barcelona la XIV Carrera de la Mujer, con 34.000 dorsales repartidos y miles de camisetas rosas inundando las calles más céntricas de la ciudad condal. Lucha y concienciación, contra el cáncer de mama y la violencia de género.

Todo parecía haber salido bien, felicitaciones, fotos, sonrisas y premios, además de un festival de aeróbic para terminar el encuentro. Pero ¡quietos!, que aún faltaba abrir las bolsas con los regalos de los patrocinadores: muestras de infusiones «vientre plano», revistas del corazón, un pintauñas, muestras de productos para lavar la ropa…

«Indignación en las redes sociales por los obsequios ‘sexistas’ en La Carrera de la Mujer», rezaba la noticia que abrió la sección de deportes de la mayoría de los telediarios el pasado martes, y a mí que casi se me atraganta el postre, amigos.

Lo cierto es que nadie debió quejarse allí, in situ y en persona, porque vivimos en la era de la indignación, pero la indignación desde el sofá de casa, que eso de hacer de ‘justiciero’ en la calle es muy cansado.

La organización, abrumada por la controversia, anunció que se restringirán este tipo de regalos en próximas ocasiones, pero dejó claro que la bolsa (que también incluía un bote de mayonesa, muestras de té, snacks…), era voluntaria y se entregaba a parte, es decir, que fácilmente la podías dejar y marcharte a casa con tu dorsal y tu camiseta, dejarlo pasar sin más, evitar empañar el evento, el mensaje y la lucha. Pero esta moral superficial y fácilmente irritable que nos gastamos ahora, no nos da opción.

Fran Chico, portavoz de la revista Sport Life (compañía organizadora de la carrera) aclara además que, tanto el pintauñas como la revista ¡HOLA! fueron eliminadas del pack de productos básicos que recibían las participantes en Barcelona (no así en otras ciudades como A Coruña, donde no hubo quejas): «No estaban en la bolsa. Las participantes que los quisieran tenían que dirigirse personalmente a pedirlos a los mostradores. Y se agotaron». No hay más preguntas, señoría.

La noticia es el éxito, la participación masiva y los proyectos que esta carrera puede impulsar. Y la queja más evidente, que de los 11 euros que cuesta la inscripción, menos de la mitad se destina realmente a las causas por las que se corre. ¿Qué pasa? ¿Esto no le indigna a nadie?

Déjense ya de hostias y pónganse con lo importante, que buena falta nos hace.

En serio, esta cosa que hacemos ahora de sacarle punta a absolutamente todo me resulta desesperante. Todo nos solivianta, nos ofende y nos afecta. Ejercemos como la nueva Policía del Pensamiento, buscando hasta debajo de las piedras el agravio, pidiendo explicaciones al personal, preparando boicots o recogiendo firmas en Charge.org para combatir «la ofensa de la semana», siempre al calorcito de las redes sociales, que es donde de verdad nos venimos arriba.

Cuando lo que queremos es hablar de igualdad, de violencia de género, de brecha salarial, de conciliación o de machismo, debemos saber elegir con más tino las batallas que queremos ganar. No frivolicen, no pierdan el norte ni el tiempo en lo superficial. Polémicas absurdas y gente que quiere ponerse medallas por nada.

Todo ese ruido vacío, lejos de ayudarnos, consigue justo lo contrario, y termina por ridiculizar y restarle importancia a las cosas realmente importantes.

Y mientras algunos y algunas se rasgaban las vestiduras a causa de los pintauñas, otra noticia mucho más importante pasaba desapercibida. Daida Ruano, 18 veces campeona del mundo de windsurf, lleva muchos años luchando por la desigualdad que sufren las mujeres en el deporte, donde la preparación, el esfuerzo y la ilusión, son las mismas que las de los hombres, pero los premios no. Si usted consigue quedar primero en el Circuito Mundial de Windsurf, ganará 6.000 euros si es hombre, pero ganará 3.000 si es mujer.

Nueva Canarias ha llevado esta semana la lucha de Daida al Senado consiguiendo que, al menos en aquellas competiciones que estén subvencionadas con dinero público, la dotación económica sea igual para unas y otros.

¿Pueden ver la diferencia?

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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