La nostalgia no caduca

10/03/2020
 Actualizado a 10/03/2020
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Los yogures están de paso por nuestras vidas, tienen fecha de caducidad. La nostalgia no; es más, cuanto más tiempo pasa más presente está el aroma de sus recuerdos.

De ahí que mientras los yogures van a la cesta sin más debate que si naturales o de sabores, que si con trozos o desnatados, cada una de esas básculas que los vigilan desde lo alto de la estantería provoca un debate, abre el baúl de los viejos recuerdos y la caja de las historias que siguen su andadura: ¿De dónde han venido?, ¿qué recordado comerciante las tuvo en su histórica tienda?, ¿qué personaje la guardaba entre los telares que siempre hay en las casas de pueblo y más si en tiempos fueron comercio, bar o abarrotería?, ¿qué pesaba aquella de gran precisión?, ¿viendo las minúsculas piezas que se utilizaban para pesar la canela entiendes su desorbitado precio en cualquier tiempo?

Incluso del yogur llaman más la atención los recuerdos que los sabores, aquellas viejas y enormes yogurteras que llegaron a tantas familias de ganaderos para ‘transformar’ la leche y para desesperación de los más pequeños de la casa que no acababan de familiarizarse con aquella acidez que les vendían como «medicina», fue el yogur otra de las panaceas que vino a ocupar el lugar del ya denostado aceite de hígado de bacalao.

Si algunos supieran la historia que les adorna. Y el yogur también.
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