No están pasando por su mejor momento los creadores de mascotas. Quizá, en realidad, es que nunca tuvieron un buen momento, porque las aberraciones son variadas en el tiempo y en el espacio. En el Bierzo, en concreto, parecen especialmente desafortunados. Si con la mofete no habíamos hecho bastante el ridículo, ahora aparece otra mascota que presuntamente es un botillo pero que, en realidad, lo que parece es un zurullo, con perdón. Pronto han salido a desvincularse del botillo/zurullo varios políticos bercianos al grito de «no lo sé, no me consta».
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