Ahí va una explicación de por qué los representantes son tan dóciles a las órdenes de sus partidos: uno puede parecer un fracasado, estrellarse y rozar el ridículo al presentar una moción de censura que, además de perder, no hace otra cosa que reforzar en el poder a los que ya lo llevan ostentando durante más de tres décadas, pero como ha sido obediente con los suyos resulta que ahora suena en las quinielas de los que se pueden convertir en ministros en la remodelación del Gobierno con la que se intentarán que se olviden los indultos. Atentos al efecto dominó.
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