No es fácil el trabajo de los bomberos, claro está, y mucho menos cuando tienen que intervenir en el centro de una ciudad. Tanto turista y tanto jubilado ocioso hacen que cada movimiento sea examinado por un público improvisado que no ha sacado entrada pero se cree con derecho a opinar. Pasó ayer con la humareda que salía de un conocido restaurante, que había alertado a los caminantes y que, cuando aparecieron en escena los camiones con sus sirenas, además del «a buenas horas» tuvieron que soportar un «ahora llega el verdadero peligro». Por suerte fue solo un susto, que es lo importante.
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