Cada día que pasa sin que el PP tenga un candidato para la Alcaldía de la ciudad de León no es sólo un día más de incertidumbre para sus votantes y simpatizantes, sino que es otra oportunidad para que se revuelva el gallinero. Es una de las máximas de la política. Por eso llueven postulados y postuladas, se afilan los cuchillos y se tiene más tiempo para pensar las puñaladas. Una de las consecuencias es que, entre las bases del partido, ya está empezando a orquestar una recogida de firmas contra la posible candidatura que tiene bendiciones de la mismísima Última Cena.
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