La moda empieza por la cabeza

Los salones de peluquería de mujeres fueron espacios de gran creatividad, lugares que tanta moda inventaron en tiempos en los que el ir a la moda era considerado como sinónimo de modernidad…

Toño Morala
11/05/2020
 Actualizado a 11/05/2020
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Aquí, me da la impresión que salgo trasquilado; pero hay que intentarlo, que tenemos a las mujeres y sus cosas un poco olvidadas últimamente. Para comenzar, hay recordar que una gran parte de ellas, en aquellos años, no tenían posibles para ir a la peluquería todas las semanas, y mucho menos a los salones de belleza… entre vecinas y familiares se las iban apañando y componiendo, y tan elegantes como la que más. Pues anda, que no he dado yo tubos y pinzas para peinar a mi madre querida, pues alzaba mal la mano para dárselas a mi mujer, que era muy apañada para los peinados, arreglo y pintado de uñas… y allí entre ellas, pues iban comentando las jugadas de estilos y modas, gracias a una vecina del pueblo que emigró a Alemania en los primeros sesenta y cuando venía en el verano, siempre les traía unos catálogos como si fueran guías de teléfonos… eso sí, venían en Alemán, pero las fotos tanto para los arreglos de la modernidad para el cuidado del cuerpo, como para la casa, eran grandes y bien colocadas; lo que no saben estos de marketing, tela. Y de ahí copiaban vestidos, tendencias de peinados, y otros añadidos que no vienen al caso. Total, que puesta la redecilla, a esperar a que secara si era verano… y venga movimiento de manos por todos los lados entre el secador, los cepillos de peinar, que si algún mejunje para darle al pelo, venga a darle forma con los cepillos, ondulaciones varias y para acabar, laca a degüello, que la pulverizaban con aquellos recipientes de plástico… Iba poniendo la mano para que no se fuera de la cota acertada, y tenías que irte de allí, pues aquello entraba por la boca y la nariz y era terrible… luego, cuando iban para la cama, ni se movían del sitio hasta el día siguiente; tanto trabajo para luego desarmarlo dando vueltas en la cama, no era plan. Pero cuando la cosa se ponía peor, era cuando se teñían el pelo; quién habrá inventado esa pócima que huele a rayos y centellas, e incluso te podía hasta marear, y venga a reírse de mi ignorancia al respecto; salía uno para las eras o para la espadaña que también servía de pared para el juego de pelota, y en un buen rato largo, no aparecía uno por casa ni a tiros; encima se mezclaban los olores de las riquísimas sopas de ajo con aquellos mejunjes, y no les quiero contar. En fin, que hoy vamos a ponerle unas palabras escritas a la moda del peinado en los años sesenta y setenta, y algo más para atrás, y para adelante. Antes, quiero recordarles cómo muchas niñas cogían a sus muñecas e intentaban imitar a las mayores; ahí sí que la cosa se desmadraba, pues andaban todas con todos los tinglados y luego no aparecían por ningún sitio; cosas de críos.

Aquí la historia poco se ha esmerado, apenas unos pequeños apuntes, y el resto… pues puede ser verídico, o no, o a medias, vaya usted a saber. “El pelo fue visto desde hace miles de años como un potente elemento mágico o ceremonial, y todavía algunas de las llamadas culturas primitivas, base de la mayoría de los estudios sobre comportamiento social en la prehistoria, consideran que el alma de cada persona se encuentra en su cabello. El carácter mágico-religioso del cabello propició que desde tiempos remotos su cuidado tuviera gran importancia en muchas sociedades. La elaboradísima cultura egipcia fue de las primeras en estimarlo como un elemento fundamental de la belleza física y lo trataba ya con funciones estéticas, además de los usos sociales y religiosos. Pelucas y tintes son inventos pertenecientes a la cultura de las pirámides, y es a ellos a quienes se debe la utilidad de la henna en coloración capilar, planta usada aún para obtener tonos rojizos y caobas. Los griegos convirtieron el culto a la belleza en uno de los pilares de su cultura. Los peinados que triunfaron en sus días, eran extremadamente elaborados y llenos de detalles. Al contrario de los egipcios, los griegos adoraban el movimiento expresado a través de múltiples rizos y ondas. Gracias a estatuas y monumentos funerarios se han podido observar detalles de mechones cortos rodeando la frente, y melenas largas y recogidas por cintas, cuerdas, redecillas y otros elementos decorativos. También para los hombres el cabello rizado se consideraba exponente de la hermosura”, apunte de historia de la peluquería. En Cuba, la peluquería tiene sus antecedentes en 1552, cuando, según consta en las Actas Capitulares, Juan Gómez, destacado barbero y cirujano español, recibió el 26 de agosto de 1552 la licencia para ejercer de manera única su doble oficio en la villa de San Cristóbal de La Habana. Ya mucho más para acá, Antoine fue el primer peluquero que se convirtió en famoso tanto en Europa como en América. Antoine Cierplikowski (1884-1976) fue peluquero, empresario, inventor... el primer peluquero estrella del siglo XX.

Mucha laca y crepé, fueron los grandes aliados de las famosas del momento en aquellos años sesenta. El crepé, se trata de un molde para la realización de recogidos o semirecogidos y se realiza tejiendo sobre dos hilos en un telar a modo de trenza; aunque también se usa como cabello rizado para fabricar adornos o dar volumen al cabello. Y aquí, en nuestra querida España, estilistas como Alberto Cerdán, Josep Pons, Moncho Moreno… fueron precursores, entre otros muchos, en la moda del peinado. Margaret Vinci Heldt, la inventora del peinado “beehive”, el súper moño que lucieron desde Brigitte Bardot a Amy Winehouse, compartía con Vidal Sassoon y pocas personas más el honor de haberse inventado un peinado icónico. Y no hay que olvidar que, en provincias, también hubo y hay grandes peluqueros; aquí, entre otros, Nicolas Arcilla, que viene de una gran generación de peluqueras, comenta y da las gracias a su abuela Araceli, y lo hace contando la historia de su evolución de una manera emotiva. Entre otras cosas, dice: «Nací un 22 de agosto, recién estrenada la década de los setenta. Podría decir que di a luz en una peluquería, en la de mi madre: Peluquería Chuchi, en calle Los Osorios de León. Allí aprendí y descubrí los misterios y destrezas del arte de atender los cabellos de clientas fieles y agradecidas. Comencé a formarme en la Academia Julián, una entidad que –por entonces- tenía mucha fama y nivel. Su hijo, el televisivo y campechano Jesús Calleja, me mostró las habilidades del corte masculino. Los recuerdo a ambos y, con especial cariño, a su hermano Julián, fallecido desgraciadamente muy joven…después de varios proyectos… A partir de esta expansión propia, no ceso de ir a Londres con importante frecuencia para seguir inspirándome y formándome. Comienzo a crear mis propias colecciones, generando ideas, colores, formas para –posteriormente- impartir cursos basados en las creatividades. Quiero dedicar unas letras al gran Carlos Cidón, con el que hice una colección muy especial, la cual se presentó en el MUSAC y estuvo, posteriormente con otras personas, en lugares tan interesantes como México DF, Los Ángeles o Puerto Rico. Para mí, conocer a este hombre tan creativo y sensible, así como trabajar con él, marcó un punto de inflexión en mi vida. Con el paso del tiempo, me quedo con un único local; el actual. También me convierto en “freelance” para diferentes firmas, lo que me lleva a distintos emplazamientos para formar a otros peluqueros. También, en aquella época, fui finalista de los “Premios Emprendedor” que otorgaba Castilla y León. Siguen pasando los años y me intereso por el universo de las pelucas. Detecto un nicho interesante y una clientela muy especial que requiere un mimo y tacto delicado, así como diferenciado. Comienzo comprando, luego me hago distribuidor y, a día de hoy, puedo decir con cierto optimismo que soy un artesano de la peluca. Hoy, en pleno siglo XXI, donde este nuevo milenio ha marcado un mundo de mezcla de culturas, estilos, cambio constante, atrevimiento ante formas y colores, la idolatría hacia los famosos con looks imposibles e imitados, barreras geográficas destruidas gracias a la explosión de internet, comunicación circulando a gran velocidad, la innovación en productos, la vanguardia en las técnicas de corte y color; me intento reinventar cada día para poder dar lo mejor de mí mismo a todos los clientes que confían en mí. Me considero un emprendedor enamorado de mi trabajo». Un trabajo lleno de imaginación; crear belleza, es crear vida.
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