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La mirada oriental

03/02/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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El Bierzo ya no es la Cataluña de León. En todo caso, es la Galicia, lo que por otra parte es muy sugerente. Pero Galicia no tiene la pujanza económica de Cataluña, y ello pese a los desmanes de su chiflado nacionalismo. El Bierzo se ha vuelto dulce, peludo y suave. Como un gigantesco ‘Platero’ blanquiazul. Y esto sucede porque el siglo de la minería se ha ido, con su gran estruendo de carbón, trenes y galerías donde trabajaban los héroes.

El Bierzo vive ahora en un presente melancólico. Pero la melancolía también tiene la simiente de lo nuevo y desconocido. Que acabará llegando si todos luchamos por ello. La pequeña región está velando armas, viendo cómo puede frenar la fuga de tantas personas, ilusiones y familias. Y sin olvidar que no será vencido. El Bierzo nunca aceptará la resignación y la derrota; no está en sus genes. Por dura que sea la realidad.

¿Dónde están las esperanzas? La más cómoda la da la aritmética. La que establece que hay un umbral por debajo del que ya no es fácil caer, por simple inercia. Es un consuelo lírico, pero no es nada probable que bajemos de los cien mil habitantes. Que volvamos a la demografía de 1910, pongamos. La segunda expectativa es la que protagonizan esos bercianos que logran poner en marcha proyectos, y sostenerlos con sacrificio y talento. Empresarios que completan la digna vitalidad de algunos polígonos industriales, como el de Bembibre. A la vera de la A-6.

Pero eso no basta; necesitamos más. Por un lado la autovía de Orense, y por otro mejorar las comunicaciones ferroviarias. El primer objetivo está en marcha, el segundo bordea los lindes de la quimera. Y, con todo, tal vez se dibuja una tercera esperanza: que León le devuelva al Bierzo lo que el Bierzo le dio a León, cuando era la Cataluña de la provincia. No porque sea una decisión política, sino porque las circunstancias así lo favorezcan. Y eso puede pasar a partir del desarrollo que está logrando la capital y su área metropolitana. León tiene otro marchamo, el complejo ferroviario de Torneros es una esperanza y el emporio logístico de Villadangos es una realidad. Villadangos-León-Torneros hace que la provincia mire ahora hacia meseta del Duero, como antaño miraba hacia el Bierzo. El peso económico se ha ido hacia el oriente y hay que confiar que lleguen algunos de sus frutos colaterales al otro lado del Manzanal. Al menos como ensoñación la cosa parece que funciona. Y estamos hechos de la materia de los sueños, ya lo dijo Shakespeare.
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