02/03/2020
 Actualizado a 02/03/2020
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La propuesta de los sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, de crear la Mesa por el futuro de León con el fin de diseñar de una estrategia para la transición ecológica justa y promover la reindustrialización en una provincia a la que falta hacen puestos de trabajo, esa mesa de la que tanto ha oído hablar en las últimas semanas y de la que entran y salen miembros cada día, corre el riesgo del síndrome de la mesa coja.

A usted, como a mí, le habrá pasado unas cuantas veces que se ha ido a sentar en una mesa de un restaurante para comer o en la de una cafetería para tomar algo y según toca la mesa, se mueve. Situación habitual sobre todo en las terrazas de los bares, donde el suelo de la calle es irregular y como se montan todos los días las posibilidades de que no asiente el mueble son mayores.

Le reconozco que me impacienta profundamente tener que comer o tomar un café en una mesa que baila. Por eso, si es en una terraza más de una vez me he puesto a calzarla con una servilleta doblada o si es en un restaurante en el bolsillo de la chaqueta nunca falta un tique del aparcamiento o de tienda que sirve para hacer las veces de taco y evitar que la mesa baile cada vez que uno de los comensales se mueve un poco o va a coger la copa.

Con la Mesa por el futuro de León me da la misma sensación. Ojalá me confunda y esta especie de cenáculo sea algo más que una serie de reuniones donde se va a prometer mucho y no hacer nada, donde cada uno de los asistentes llega con una buena nómina pagada con dinero público o va en busca de ella, y en la que cada silla está ocupada por un tío con unas ideas marcadas por el partido al que representa muy concisas y bastante rígidas.

Además de estar coja e incompleta por la falta de agentes implicados en el desarrollo de León y de ser complicado asentar la mesa, otro problema es que si los que se plantan alrededor de ella para intentar solucionar nuestros problemas son, en buena medida, causantes de los males que afectan a la provincia desde hace treinta años el resultado ya nos lo podemos imaginar. Disculpen mi desconfianza y ojalá, por el bien de León, me demuestren que estaba equivocado.
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