La memoria sabe nadar

El Museo Etnográfico Montaña de Riaño mantiene entre sus paredes y salas ‘trozos’ de la memoria que sus habitantes creyeron haber podido para siempre. Este centro en crecimiento permanente parece decirnos que "a memoria sabe nadar"

Fulgencio Fernández
12/06/2017
 Actualizado a 14/09/2019
La galería de las fotografías antiguas de la comarca, numerosas y de gran valor, junto al espacio dedicado a la lucha leonesa y el rincón de las conversaciones.
La galería de las fotografías antiguas de la comarca, numerosas y de gran valor, junto al espacio dedicado a la lucha leonesa y el rincón de las conversaciones.
La exposición de fotografía que Mauricio ha colgado en las paredes del Museo Etnográfico Montaña de Riaño ha llevado a su espacio natural la imagen más famosa del llamado conflicto del pantano, de los días de los derribos y los desalojos, del fin de una historia: La imagen de Vicente levantando su vara contra un pelotón de guardias civiles mientras su hermana quiere detener su arrebato.

Esa imagen es el mejor libro de historia de aquellos meses de hace 30 años, los últimos meses del Viejo Riaño. La imagen de la maquinaria del poder, la que arrasó todo, la que trató de borrar hasta la memoria no dejando piedra sobre piedra. Pero la memoria sabía nadar.

Allí ‘vive’ la historia del último madreñero, Marcelino; o los últimos herreros, Manuel y Lucho Primero lo demostraron muchos vecinos que jamás olvidaron y se sumaron al movimiento Riaño vive. Y desde 2004 la memoria tiene paredes en este Museo Etnográfico Montaña de Riaño, un centro en permanente crecimiento, que cada poco incorpora nuevas piezas y paneles, nuevas figuras, nuevos trabajos, nuevas historias, más memoria. Incluso en el exterior del mismo se van acumulando otras:el campanil del concejo como el que hubo en Burón, un potro de herrar, horreos...

El Museo, municipal, abrió sus puertas en el año 2004 y ya se acercan a las mil las piezas que acoge, procedentes de un buen número de pueblos de la comarca: Polvoredo, Liegos, Maraña, Horcadas, Portilla de la Reina, Riaño, Carande, Lois, Barniedo, Valverde de la Sierra, Boca de Huérgano, Lois... y fruto de numerosas donaciones de todo tipo, desde cualquier pieza etnográfica «casi común» a la lapida vadiniense del siglo II d.C., que había pertenecido al arqueólogo Antonio Aguirre Andrés y que regresó a Riaño desde el País Vasco y tras un largo periplo viajero. El municipio agradeció a su hija Esperanza Aguirre Azpeitia su generosidad al permitir «su regreso». Pero son muchos los recuerdos del viejo Riaño que despiertan en los visitantes, y no todos los había ahogado el agua pues otros muchos han desaparecido como en tantos otros rincones de la provincia. Tuvo esta comarca tradición madreñera pero ya hace unos años que se retiró el último artesano y el oficio ya solo existe en el museo, allí están tanto las herramientas como las explicaciones y las madreñas que salían de las manos de Marcelino García Fernández, el último madreñero. Pero entre estas paredes y en estas salas está el recuerdo de viejas tradiciones como la cesta de la caridad, los zamarracos, que tanta importancia han vuelto a coger en los últimos años o el ramo leonés; en los que se une la solidaridad, las celebraciones festivas y las tradiciones.Llaman la atención las ‘mini salas’ o espacios dedicados a los trabajos tradicionales, en los que destaca el trabajo de reproducción de las figuras humanizadas realizadas por el riañés Pedro Luis González Manuel.Allí ‘vive’ la historia del último madreñero, Marcelino; o los últimos herreros, Manuel y Lucho De sus manos toman vida —además del ya citado madreñero— los recordados herreros Manuel Martínez y Lucho Fernández, cuyos hijos han cedido el fuelle de piel y el de hierro, el yunque y toda la herramienta de las fraguas que permiten contemplar una completa escena: «El fogón de piedra, el fuelle de piel, clavos y madera, un segundo fuelle de finales del siglo XIX, de hierro, de la primera era industrial, el yunque sobre el tajo de madera, bancos, una gran reja semicircular , y otra reja de la ventana de la sacristía, ambas de la antigua iglesia de Riaño, martillos, tenazas, terrajas, mazos y otros útiles, completan la escena».No podía faltar en el recuerdo de las viejas costumbres y vidas de la comarca ganadera por excelencia el rincón dedicado a la leche. Sus maneras de tratarla, la extracción de la nata y la elaboración de la mantequilla. Desde un odre-boto- hasta las primeras maquinas-mazonas, manasel- se recogen en uno de los paneles que resumen su funciones.

La vivienda, con la recreación de Casa del Humo que fue la de la Tía Genoveva; el ocio, con miradas a la pesca y la lucha leonesa;la matanza y hasta la música pues el museoalberga una interesante colección de rabeles cedidos por José Luis Reñón. El rabel tiene una gran tradición en la cultura pastoril de la montaña de Riaño y un vecino de la comarca, Nato, de Boca de Huérgano, fue uno de los que conservaba el instrumento y puso en la pista de otros a los estudiosos del instrumento.

La historia más antigua tiene su zona arqueológica, con la estela vadiniense cedida por Aguirre u otras como el «Monumento de Cado Cornelio, hijo de Rebón, Vadiniense, de 25 años, (lo puso) su amigo Aliomo. Este es el sitio (donde está enterrado)», según dice la propia inscripción de la lápida descubierta por el investigador Pedro Luís González Manuel y que fue estudiada y descifrada por el historiador natural de Riaño, Evelio González Miguel.

Una de las estancias más ‘celebrada’ es la reproducción de una vieja escuela rural Uno de los espacios que más llamala atenciónde los visitantes es la reproducción de una escuela antigua, de aquellas que «Al fondo estaba la mesa del maestro y la estufa de carbón. Detrás, en la pared, una pizarra grande, la foto del Jefe del Estado y un crucifijo. En ésta, ambientada en los años 30 del siglo XX, la foto es del rey Alfonso XIII».

También hay lugar para los artistas locales y como ejemplo la impresionante talla de Saturnino Alonso Requejo ‘El Cristo del Haya’, nacido en su casa de Remolina como homenaje a tantos comarcanos que encontraron en las maderas del monte un gran cómplice para tantos trabajos.

Gentes a las que recuerda la fotografía de Mauricio en la entrada, con una vara como única arma.
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