La memoria de Nisio y la calesa

25/11/2015
 Actualizado a 18/09/2019
2015-11-.25-a-la-contra.jpg
2015-11-.25-a-la-contra.jpg
Llegaron a España desde Holanda, eran especialistas en herrar caballos «haciéndoles los zapatos a la medida o es que tu puedes andar toda la vida con unos zapatos que te mancan». Llegaron a Boñar y encontraron trabajo, pero prefirieron algo más pequeño todavía, más humano.

Y lo encontraron en Voznuevo, uno de esos pueblos con teleclub y vecinos singulares, como el que ellos tenían a su lado, Nisio, el de la moto, el que antes tenía sidecar y llevaba al cura, el recordado don Santos, a decir misa por los pueblos. Y duraba la misa lo que Nisio mandaba pues cuando hacía sonar el pito don Santos abreviaba: «Y podéis ir en paz, que me están esperando para la misa de Felechas, que es la fiesta».

Y Tom y Debby no se acababan de creer las bromas de aquel paisano que, a nada que se descuidaban, cogía el tambor y aparecía dando redobles para volver a contarles cuando estuvo en la guerra y cuando le paró la Guardia Civil y los puso a empujar de la moto.

Y Nisio no acababa de entender que aquellos holandeses enormes habían estudiado para herradores. «Como para ponerse a mear y no echar gota», repetía el paisano, que te contaba que ella era «más grande que esta casa y él saca la cabeza por encima de la torre». Para añadir, «y, sin embargo, son gente normal».

Que anda por la vida en calesa y lo que más añoran es a Nisio.
Lo más leído