La mejor ‘Aida’ de la década

Cines Van Gogh abre este jueves la temporada de ópera y ballet con la grabación del espectacular montaje de la ópera de Verdi realizada en el Festival de Salzburgo con la dirección de Riccardo Muti y la soprano Anna Netrebko

Javier Heras
04/10/2018
 Actualizado a 15/09/2019
La soprano Anna Netrebko en un momento del montaje de ‘Aida’ del Festival de Salzburgo.
La soprano Anna Netrebko en un momento del montaje de ‘Aida’ del Festival de Salzburgo.
En sus más de veinte años de carrera, Anna Netrebko ha dado algunos de sus pasos cruciales en Salzburgo. Allí enamoró al mundo en 2005, vestida de rojo en ‘La traviata’ de Willy Decker; allí se consolidó como la diva de nuestro tiempo (timbre, técnica, carisma, sex appeal) con ‘La bohème’ en 2012; allí, en la patria de Mozart, saltó al Verdi dramático con ‘Il trovatore’ en 2014, y se atrevió al verismo con ‘Manon Lescaut’ el verano siguiente. Su voz, oscurecida y ensanchada a los 47 años, le abre la puerta a desafíos que parecían impensables: Tosca, Salomé y, cómo no, Aida.

Su debut como la princesa etíope en 2017 culminaba, como siempre, en triunfo. El festival austriaco había agotado las entradas con meses de antelación; la reventa alcanzó hasta los 6.000 euros. Con la melómana Angela Merkel en el público, la soprano rusa volvió a demostrar instinto musical, sensibilidad, convicción como actriz, potencia… Junto a ella, el tenor Francesco Meli en su primer Radamés. Y al frente de la Filarmónica de Viena, el director vivo que mejor comprende el alma de Verdi: Riccardo Muti. Suya es una de las grabaciones de referencia de este título, la de 1974 para EMI con Caballé y Domingo. En el Grosses Festspielhaus, que no pisaba desde 2011, ofreció una lectura nítida, sofisticada, humana, esencial. Igual que el montaje de la artista visual y performer iraní Shirin Neshat, que huyó del típico folclore egipcio (ni palmeras, ni pirámides) y optó por un decorado simbólico: un enorme cubo blanco versátil y fuera de tiempo.

‘Aida’, antepenúltima creación del genio de Busseto podrá verse en los cines Van Gogh este jueves a las 20:00 horas. Este romance en el antiguo Egipto entre una princesa etíope y el líder del ejército enemigo (a quien, a su vez, ama la hija del faraón) surgió por encargo oficial del virrey Ismail Pachá para conmemorar el canal de Suez, y debía cumplir las normas de la decadente y efectista ‘Grand Opéra’ francesa. Verdi dio largas al proyecto hasta que su amigo Camille du Locle (director de la Opéra Comique parisina y escritor de Don Carlo) le presentó la trama. Ideada por el egiptólogo francés Auguste Mariette, contenía los dilemas y las pasiones humanas que tanto atraían al compositor: la nostalgia de la patria, el honor, la traición, los abusos del clero y, sobre todo, el amor. Trabajaron codo con codo en la Villa Sant’Agata hasta rematar el libreto en francés (que versificaría en italiano Antonio Ghislanzoni). El genio de Busseto, en plena madurez a los 57 años, se involucró como nunca en el texto: suya fue la magistral idea de las escenas superpuestas del final, con los dos amantes en la tumba, donde mueren abrazados mientras los violines se desvanecen en ‘pianissimo’.

Ahí, en los pasajes íntimos, es donde brilla de verdad ‘Aida’, a pesar de que se la conozca por la fanfarria militar del segundo acto y se la asocie al puro espectáculo: en su estreno en 1871 en El Cairo hubo doce elefantes en escena; en 1913 inauguró la Arena de Verona ante 25.000 espectadores, en lo que se considera el inicio de la ópera de masas. Hoy mantiene su capacidad de asombrar a los expertos y de atraer a los neófitos gracias a su acción rápida, emocionante y concisa, a sus melodías exuberantes, que desde el preludio fluyen sin interrupción, arropadas por una orquesta colorista y muy cuidada, y a la unión profunda del libreto y la partitura. Verdi culminaba la búsqueda que había iniciado en ‘Macbeth’ y, aparte de pintar una atmósfera (los violines recrean el agua tranquila del Nilo), logra caracterizar a los personajes mediante la música. El mejor ejemplo es la presentación de Radamés: un recitativo de temática militar y acompañado por viento metal se transforma de pronto, al pensar en su amada, en una suave romanza, ‘Celeste Aida’. Además, toda la melodía es ascendente, porque habla de construirle «un trono cerca del sol».
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