17/11/2015
 Actualizado a 11/09/2019
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Desgraciadamente los terribles atentados París no han sido una sorpresa y ojalá fueran los últimos ocurridos en Europa.

Ya hace muchos años que el entonces incomprendido y criticado Jean François Revel pronosticó en su libro ‘Así terminan las democracias’ que la gran amenaza para Europa no era el comunismo, sino el fundamentalismo islámico. El tiempo le ha ido dando la razón.

Ciertamente los españoles no tenemos que tener ningún complejo de inferioridad respecto de Francia, pero reconozcamos que a veces nos dan motivos para que sintamos cierta envidia.

Así ha ocurrido cuando les hemos oído cantar, tras la notica de la masacre, su himno nacional, la Marsellesa. No recuerdo que los españoles nos hayamos puesto de acuerdo ni una sola vez para cantar nuestro himno. Más aun, parece que no nos ponemos de acuerdo ni en la letra. De la misma manera que son muchos los españoles que se avergüenzan de la bandera.

Es obvio que España no puede bajar la guardia, porque los fanáticos están deseando atentar contra nosotros. ¿Se imaginan ustedes que les diera por preparar otra carnicería como la de París en vísperas de las próximas elecciones generales? Seguro que una buena parte de la oposición le echaría la culpa a Rajoy. Sería la segunda vez que se hace esto. Es difícil de imaginar que los franceses se pusieran a echar la culpa a Hollande o al primer ministro. Todo lo contrario, el pueblo francés se une como una piña en torno a sus dirigentes, sean quienes sean. Y este es otro de los motivo de sana envidia a los franceses.

No hace falta mucha imaginación para adivinar las críticas que surgirían si, ante una situación semejante a la francesa, se le ocurriera a nuestro gobierno sacar el ejército a la calle o se tomaran otras medidas para salvaguardar la seguridad ciudadana. Sin duda tenemos ahora el peligro de confundir a los terroristas con los refugiados que huyen precisamente de la crueldad de los fanáticos.

No se trata, pues, de fomentar el racismo o la xenofobia, pero sí de ser menos ingenuos y sí mucho más realistas.
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