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La mano en el fuego

17/05/2017
 Actualizado a 05/09/2017
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Tras el debate, el panorama en el Partido Socialista es desolador. Difícil papeleta de los militantes por el control del partido y la mirada en Europa. El primer aviso, las presidenciales francesas. La situación ha sido tan penosa, que han inventado un presidente de paja, Macron, que se declara «centrista». Un eufemismo para disimular su derechismo. Otro centrista, Rajoy, fue hombre de paja de Aznar, y nos salió rana.

El segundo aviso, el land de Renania-Westfalia, hasta ayer un feudo que parecía la Andalucía alemana.

La consecuencia de este desencanto es la quiebra del bipartidismo. ¿Les va sonando?

Ni me gusta la gente ladina, que calla, calla… Ni la gente vocinglera, que chilla y no dice ná. Uno me recuerda a Rajoy y la otra a Susana Díaz. Todos los días aparece en los medios y lo único que le he oído son bravatas como «tengo ganas…»; «vamo a ganá»; «tu problema eres tú». Pero, el problema, como veremos, es nuestro. Más palabrería, que un sacamuelas, y ningún proyecto de futuro. Por eso recurre a Rubalcaba y la obsolescencia socialista.

Puso Susana la mano en el fuego por los ‘puyoles’ andaluces: Chaves y Griñán. Y se escaldó.

Aun quemada, se retrató. Se alza el telón y aparece Susana y un tal Javier Fernández –el interino– con Ignacio González. Otra vez en mala compañía y usurpando el puesto a Esperanza Aguirre. Tanto monta, monta tanto.

Estas bromas pasan factura y ponen de manifiesto que la casta –no me refiero al relato bíblico– es real. El buen rollito con los rivales es improcedente, y más con políticos contaminados. En pleno jolgorio no huelen el tufo a podrido de Ignacio González y otros personajes del PP que, por privatizar, hasta el agua de Madrid contaminan.

Acabada la fiesta, con la resaca, soñará con Sánchez, con el discurso de mañana. A falta de inspiración, chillará como una descosida, una vez más. La militancia honrada merece respeto y explicaciones ante las dificultades, pero sólo recibe soberbia por parte de esta cantaora que sólo se sabe el estribillo. Con todo, los de siempre aplauden.
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