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La manipulación de datos

25/09/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Esta sociedad, tal y como la conocemos, soportamos y padecemos lleva un ritmo acelerado hacia el desastre y la exclusión si no se aporta algo de raciocinio a la dictadura tecnológica implantada por los ‘cerebritos siliconensis’.

Dice Rafael Tamames, autor del libro ‘¿Qué robot se ha llevado mi queso?’, las siguientes perlas: «el que no se adapte a las nuevas tecnologías está condenado a la exclusión», «la clave está en urgente transformación de la educación», «la alianza entre el hombre y la máquina es la mejor opción», «las nuevas tecnologías crean más puestos de trabajo que los que destruyen», «una justicia robotizada puede ser mejor que una justicia saboteada por ciertos intereses. Bien programada será más independiente».

Todo esto está muy bien siempre y cuando ‘el gran hermano programador’ tenga los principios filosóficos, éticos y morales adecuados y justos. ¿Y quién es el que puede decir esto en un mundo partido, confuso y revuelto como el actual donde los Falciani, Snowden y demás personajes que han denunciado la inmensa manipulación de los servicios secretos y financieros sobre los datos personales de todos los ciudadanos han puesto de manifiesto la inmensa corrupción de los Gobiernos para manejar el poder una información que amenaza con terminar con la convivencia y la individualidad del ser humano? ¿En manos de quién estamos? Mejor dicho, ¿qué grado de estupidez y estolidez hemos cuando anteponemos el ocio, la ganancia y el pasatiempo a la crítica y la argumentación?

Actualmente prevalecen las noticias falsas, los escándalos en redes sociales donde un anónimo cobarde destruye la honorabilidad y hace de periodista carroñero, la manipulación…

Las empresas creadoras de esta suerte de paranoia colectiva han propiciado todo este lío y han hecho algo muy difícil como es conseguir que el planeta se adicto, un paso cercano a conseguir la voladura de la democracia y el imperio de la dictadura digital.

Además tienen la osadía y la desverguënza de contratar a filósofos para que intervengan en conseguir el rediseño de los móviles.

Richard Harris, filósofo, en la revista ‘The Atlantic’ dice: «la humanidad está ahora al servicio de los gigantes tecnológicos», «nuestras decisiones no son libres, están marcadas por sus interés, que no son los nuestros. Imponen la manera de relacionarnos, condicionan nuestra capacidad de conversar y ponen en peligro la democracia…». Se refiere a los ingenieros de Google, Facebook y Apple.

Harris ha fundado el Center for Humane Technology (Centro por una Tecnología Humana) que tiene el propósito de cambiar el modelo de negocio basado en la economía de la atención y dice «…lo que empezó como una carrera por monopolizar y monetizar nuestra atención está erosionando los pilares de nuestra sociedad: la salud mental, la democracia, nuestras relaciones sociales y nuestros hijos». «Para captar nuestra atención los gigantes de Silicon Valley nos han convertido en adictos».

Y todo ello por el inmenso negocio que supone los ingresos por publicidad y manejo de los datos.

La educación en una conciencia personal y de ciudadanía sería la forma de paliar este gran problema que tuviera influencia en la toma de decisiones de los Gobiernos que se encuentran renuentes a tomar medidas drásticas ante tan silencioso como letal enemigo de la convivencia y evolución humana.

Actualmente se analiza la relación entre el comportamiento humano ante el ordenador y en el que intervienen la psicología, la filosofía y la neurociencia.

Las empresas actualmente desean su relación con la filosofía con el fin de rectificar estas tendencia pero se dejan deslumbrar por el campo de posibilidades que se descubre en el campo de la manipulación humana a través de un medio tan fácil como darle a una tecla y obtener resultados que ni siquiera ellos podían suponer.

Los productos ofrecidos por esas compañías de redes sociales actúan como una descarga de placer que crea adicción.

No se trata de rechazar los adelantos tecnológicos si no de racionalizar el uso, regular los productos, asegurar la confidencialidad de los datos y respetar en todo momento los intereses del ser humano y su particularidad.

Las empresas de tecnología de la comunicación tendrán que atenerse a estos principios y los Gobiernos adelantarse al control de estas actuaciones que suponen algo muy importante en la vida del ser humano y su futuro.

Desde luego que se arreglaría todo este problema si los jóvenes actuales comprobaran que deberían disponer de su tiempo de forma racional, sin adicciones y tirar por la borda su intimidad.
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