La lógica aplastante

11/01/2018
 Actualizado a 19/09/2019
11-01-2018-a-la-contra.jpg
11-01-2018-a-la-contra.jpg
Cardín el de Villanueva, estrafalario donde los haya, fue haciendo su casa «por parroquias» –como decía Cela en una de sus famosas señales del hijoputa, «tener la barba por parroquias»– y así un día ponía dos uralitas, unas fechas después añadía unas tejas, iniciaba la pared de bloque y la seguía de ladrillo... «según y cómo», explicaba él. Cuando acabó este Centro de Interpretación de la Antiarquitectura se mostró muy satisfecho –como diría el Evangelio después de cada día de la creación «y vio Dios que lo hecho era bueno»– pero con el paso del tiempo y aquellos inviernos de antes resultó que la fachada daba humedades.

Reaccionó sin ira, sino con lógica, y razonó: «Los baños se alicatan porque en ellos hay muchas humedades, a mí me da humedades la fachada, luego...».

Pues sí, alicató la fachada. Es lo que los clásicos llamaban la lógica aplastante, así llamada porque si la aplicas al pie de la letra puedes acabar aplastado, en palabras más escogidas de Eutimio Martino: «Cuidado, si echas a moler el molino de la lógica te acabará moliendo a tí».

Al surco, viene el largo preludio a lo que se me ocurre que le debió ocurrir a la doble jardinera que la municipalidad instaló embelleciendo la ciudad. Razonaría Cardín, que no sé si es buen ejemplo a la vista de su construcción: «Si vas a salir a la calle y te dicen que tengas cuidado que cayó una helada muy fuerte, que llovizna un poco y el Telediario ese que está en bucle toda la noche anunció varias veces nieve a lo largo del día, ¿qué haces?». Efectivamente, te pones sombrero.

¿No tiene el mismo derecho la jardinera de doble planta?, ¿debemos poner en riesgo su belleza bicolor por desidia? Pues ahí tiene su sombrero.

Una lógica aplastante.
Lo más leído