La literatura como alimento del alma

Paz Martínez Alonso escribe sobre su tierra y sus gentes honrando su belleza, pero increpándola también por su aspereza y su carácter huraño

Mercedes G. Rojo
26/03/2019
 Actualizado a 17/09/2019
La poeta Paz Martínez durante un recital. | NEMONIO
La poeta Paz Martínez durante un recital. | NEMONIO
«Volver a escribir. Dejar de nuevo manar una fuente de palabras, un pensamiento, una idea. Recorrer mi historia y la de otros...».  (Paz Martínez, poeta. En ‘De musgo y piedra’).

Aún con el eco de los versos en tantos y tantos actos de nuestra provincia,  dedicamos hoy esta sección a una escritora que habita tierras donde la magia y la poética del sagrado monte Teleno lo preside todo; lugar donde ha encontrado espiritualmente en la poesía (como físicamente lo ha encontrado en su amada tierra maragata, más bien vista como Somoza, lugar donde sitúa sus «humildes raíces (…) la tierra agreste del labriego, del pastor y de los pueblos que subsistían de otras labores no arrieras. Yo procedo de ese linaje de la comarca»),  un espacio de curación para el cuerpo e incluso para el alma. Y es que Paz Martínez Alonso (Andiñuela de Somoza, 1976), nacida, criada y asentada desde siempre en estas tierras reconoce de ellas que «mi pueblo y la comarca maragata han sido mi fuente de inspiración, mi medicina y el hogar al que regresan perpetuamente algunas de las personas más importantes de mi vida: mis amigos. Hoy este pequeño rincón del mundo, en esta rancia comarca, es el único lugar donde siento que mi corazón late con más fuerza…».

Nuestra protagonista se declara abiertamente «elegida por la escritura», que  reconoce es lo único que de verdad hace desde siempre con el corazón y a través de lo que mejor se comunica, pues le permite expresar con mayor claridad lo que quiere decir,  incluso llegando a arriesgar mucho a la hora de expresar sentimientos o emociones, en una relación pasional que la ha impulsado principalmente hacia la poesía, que nace en ella «para acallar mis demonios y para alimentar mis recuerdos». Escribe sobre su tierra y sus gentes, honrando su belleza pero increpándola también por su aspereza y su carácter huraño. Escribe sobre la amistad como el más sublime de los amores posibles; sobre la muerte y su aceptación, sobre la lucha contra ella, sobre la esperanza. «Mi escritura es un retrato de mi alma y de sus entresijos… Significa para mí… liberarme de fantasmas y atarme a la vida con un eterno nudo de tinta», señala.  Y con esta premisa lleva ya dos libros publicados, participa a menudo en proyectos conjuntos que la incitan a profundizar en personas, paisajes y proyectos y continúa día a día escribiendo y compartiendo con los demás sus anhelos, sus esperanzas, sus miedos, sus reflexiones, a través de mil y un encuentros que a menudo comparte con otros amigos con los que comparte música y versos. Todo ello sin olvidarnos de esa faceta de animadora cultural  desde su propia tierra, como el proyecto ‘InSitu- Santa Colomba’, que apoya «diferentes artes, literarias, artísticas y fotográficas con un plan que estriba en el trabajo de un grupo de voluntarios» del que esta poeta forma parte, o de las múltiples propuestas que desde el centro cultural ‘El Casino’ se realizan actualmente  en un proyecto dinamizador en el que los distintos caminos de  la literatura, tienen gran parte del protagonismo.

Y es que Paz Martínez, quien nos dice haber hallado «la forma de comunicarme a través de la palabra escrita, el modo de conocerme e incluso de cuestionarme»,  no se  imagina viviendo sin libros. Y, encontrando en ellos la apertura necesaria hacia otros modos de pensamiento,  el alimento de su imaginación para sus incursiones en el mundo del relato,  confesando como uno de sus más terribles miedos «morir sin haber leído lo suficiente» (pues «encuentro en los libros mi refugio, un hogar imaginario donde sentirme a salvo de las frecuentes crueldades del mundo que tantos recelos e incertidumbres me provocan»), considera la literatura como un «alimento del alma», siente que «no leer es desaprovechar la vida», renunciar a una circunstancia que consigue hacernos personas más empáticas, que nos enseña a ponernos en el lugar de otros, a mirar desde otros prismas y a hacernos más sensibles ante sus necesidades. Tal vez por ello muchos de sus esfuerzos van orientados a acercar esta disciplina a todo tipo de público, potenciando en su comarca proyectos  que inciten «a crear costumbre y adeptos a los movimientos culturales», y también «que animen a los más jóvenes a escribir» pues siente que hay un buen tejido de buenos escritores y grandes poetas que viven entre nosotros en el más completo anonimato, sin que se les dé la visibilidad que se merecen y que es necesario rescatar; una ardua tarea que exige la valentía que Mari Paz nos demuestra día a día con su buen hacer, aunque también el miedo se exprese a menudo en alguno de sus poemas,  como en estos versos con los que la despedimos.

«…Tengo un miedo que no es de carne, un miedo extraño bañado en prisas, temor a los torpes derrumbes y a los horizontes de una justicia fingida...»
(Paz Martínez, en ‘Los márgenes del tiempo’).
Archivado en
Lo más leído