La librera de moda y su abuela minera

Andrea Stefanoni es la librera de moda en Madrid desde que hace unas semanas abriera La Mistral, un lugar cargado de magia en el que ella busca que "te invite a quedarte". Acaba de llegar de su país, Argentina, y siente que es como "correr hacia la sangre de mi abuela Consuelo, minera en Boeza, exiliada, protagonista de una novela suya". Una historia de novela

Fulgencio Fernández
19/09/2021
 Actualizado a 19/09/2021
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«Consuelo tenía doce años. Vivía en Boeza. Un pueblo rodeado de montañas. Para sobrevivir –no digamos que se dedicaban a algo, porque es mucho decir- tenían la pesca, algo de ganado, cría de gallinas y el trabajo minero. Lo principal era el carbón. Aquellos túneles eran el destino natural de la mayoría.

- Rogelio nació en Boeza. Tenía un hermano llamado Ángel a quien todos decían Angelón. Muchos en el pueblo se llamaban Ángel, pero a esos les decían Gelo, igual que a los que se llamaban Rogelio. Sin embargo, a Rogelio le decían Rogelio.

Su hermano se diferenció de él antes de la adolescencia. Para Rogelio, las cosas tenían que cambiar hacia adelante; para Angelón, revalorar hacia atrás. Ángel se reía más, y lo palmeaba. Pero insistía sobre eso, sus diferencias, como si no aceptase –ni fuera a hacerlo jamás- que su hermano no pensara como él».

Cuando Consuelo era una niña de siete años le dijeron que su madre, Elvira, había muerto de un susto. En aquel pueblo los infartos eran sustos. Los cánceres, amarguras. Las sífilis, pecados».

Los anteriores párrafos son el perfil, la definición, que de sus abuelos Consuelo y Rogelio, de Boeza, realiza la escritora argentina Andrea Stefanoni, su nieta, en la novela ‘La abuela civil española’, publicada en 2015, basada en las historias que la abuela le contaba a Stefanoni, en sus recuerdos. Ahí está también la memoria del pueblo, de las mujeres mineras, la pobreza... y la definición de Rogelio —«Su hermano se diferenció de él antes de la adolescencia. Para Rogelio, las cosas tenían que cambiar hacia adelante; para Angelón, revalorar hacia atrás»— cobra más sentido conociendo páginas posteriores de esta historia, trágica y real, que acabó con los dos abuelos en el exilio y un drama añadido que recuerda su nieta: «Al regreso de la guerra Mi abuelo fue traicionado por su propio hermano. Cuando regresó al pueblo quien lo delata es su propio hermano».

Habla Andrea Stefanioni de ‘La abuela civil española’ casi como un dictado de recuerdos, de su infancia, cuando ella tenía la misma edad de aquella abuelaque ya cuidaba el ganado y se preparaba para ir a la mina. «Yo tenía 13 años y ya escribía las cosas que me contaban, las historias que acabaron en la novela, cómo se fueron del pueblo sinnada , a Argentina, a una isla perdida del Delta sobre el río Capitán, con una hija de pocos años, 100 pesetas y arrastrando un colchón. La abuela Consuelo cocinaba y me hablaba; los recuerdos del abuelo Rogelio debían ser terribles a veces pues a veces rompía el silencio de la noche con grandes gritos en los que pedía que ‘no le agarraran’».

Por eso este viaje a España para quedarse aquí de aquella nieta, Andrea Stefanoni, es «como realizar un camino de vuelta pues en casa siempre España estuvo presente, aunque a veces no de la mejor manera». Y utiliza para ilustrar este regreso una frase de la novela: «Es como correr hacia la sangre de la abuela Consuelo». En Boeza.

Librería La Mistral


La abuela civil española es del año 2015 pero Andrea Stefanoni acaba de llegar a España, a Madrid, y se ha convertido en la protagonista del mundillo literario madrileño con la librería que acaba de abrir en Madrid, a pocos metros de la Puerta del Sol, en el espacio que ocupó el teatro Arenal. Un regreso con anécdota, cargado de curiosidades o premoniciones. «Tenía un billete para venir pero, a causa de la pandemia, me lo cambiaron y me dieron nueva fecha, para el 20 de febrero, que curiosamente es el mismo día que los abuelos embarcaron para hacer el camino de ida hacia Argentina».

La escritora argentina ya estaba vinculada al mundo del libro y las librerías, incluso se podría decir que tenía la vida solucionada y hasta acomodada en Buenos Aires, pues era la gerentede la mayor librería del país: laAteneo Grand Splendid de Buenos Aires.«Yo tenía 23 años y fui a esta librería y dije: ‘me quiero quedar acá’. Trabajé en ella veinte años, pero siempre tuve la idea de vivir en Madrid, la abuela falleció con 95 años...» y le pareció el momento oportuno para hacer aquel viaje, un veinte de febrero, y montar una librería con otros dos socios, que se quedaron en Argentina. Conocía el oficio y tenía muy claro lo que quería para La Mistral: «Un ambiente cálido que te invitea quedarte».

Con ella viajó su perra, que también recibe a los lectores y compradores de esta librería en la que todo huele a literatura. La Mistral homenajea a una gran escritora, Gabriela, incluso la perra, que se llama Aurora por otra grande de la literatura argentina, Venturini, que también vivió el exilio, en su caso en Europa al triunfar en Argentina el golpe de estado de 1.955.

No se recuerda un recibimiento similar para una librería. La Mistral ha sido protagonista en todos los medios de comunicación, en las televisiones, en las redes. Andrea Stefanoni parece haber dado conla clave para lograr ese ambiente que te invite a quedarte. «Aquello que nos acerca a lo que amamos suele estar en el lugar más inesperado. Hace una semana, justo cuando Andrea Stefanoni abrió la librería La Mistral (Calle Travesía del Arenal 2), situada a unos pasos de la Puerta del Sol, apareció una anciana acompañada de su hija porque quería ver el mostrador que preside la tienda. Sobre la superficie de la mesa en cuestión, de piedra blanca algodón y a cuyos lomos se encuentra ahora la caja registradora, había diseccionado telas durante décadas el marido de la mujer, que trabajaba como sastre. El propio establecimiento albergó a lo largo de años el hall del teatro Arenal, en estos momentos dedicado al culto al cuerpo como gimnasio. ‘Me gusta que las historias de las cosas permanezcan’, explica Stefanoni, de 45 años. Qué otra cosa cabría esperar de un negocio que se dedica, precisamente, a vender historias». Así explica la nueva librería Cristina Saldaña, en El País. Por su parte, la propietaria le explicaba a Angels Barceló, caminante diaria por el barrio, el magnífico recibimiento que había tenido de vecinos y comerciantes, «las ganas y necesidad de recuperar el viejo ambiente de los barrios y sus comercios»... María Serrano, en Telva, deja clara su opinión ya en el titular: «La Mistral, la nueva librería en Madrid de la que todos hablan» y en sus primeras lineas escribe: «La escritora Andrea Stefanoni ha abierto La Mistral, nuestro nuevo sitio favorito de la capital, y desde aquí reivindicamos estos ‘espacios sagrados’ como puntos de encuentro en la ciudad».

Correr hacia la sangre


Un feliz retorno a lo que la propia escritora llama, recordando a la abuela Consuelo, «correr hacia la sangre».

La sangre de aquella abuela que le contaba historias cuando iba de BuenosAires a su casa en la isla, la historia de su guerra y su memoria en Boeza y la rebelión contra los tópicos: «¿No aguanto que me pregunten lo de otra historia de la guerra? No es otra, es una, porque hay una por cada abuela Consuelo, y somos muchos los hijos y nietos que no estamos dispuestos a que sus vidas caigan en el olvido porque la victoria de los represores es que dejemos todo en manos de los números, las estadísticas».

No merecen el olvido Consuelo y Rogelio. No son números. No debemos olvidar que «Consuelo, ya desde niña, no podía evitar ir a la montaña con el ganado ni después al pozo de la mina. Apenas pudo ir a la escuela aunque se moría de ganas por ir. Y yo tengo la obligación de contarlo como fue, respetando la verdad y dureza de sus días».

Una dureza que incluye que su abuela sufrió la temprana muerte de su madre y padece después el maltrato de su madrastra, algo de lo que su padre no se entera, agotado por el trabajo en la mina. «Y conoció el amor en la mina: Rogelio, un comunista unos años mayor que ella, liberado de la prisión franquista después de años de hambre, tortura y miedo. Delatado por su propio hermano, lo que les obligó a coger un barco hacia Argentina, sin nada en el equipaje». Buen, sin nada no, con una historia y una nieta, la que ahora ha regresado y la mantiene viva en la librería de la que todo el mundo habla en Madrid: La Mistral.
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