La leyenda real del sacauntos u hombre lobo

Romasanta, el primer asesino en serie que inicio su cruel carrera en El Bierzo, regresó a Ponferrada de la mano del 'Cantar' que le dedicó Luar na Lubre

Fulgencio Fernández
17/03/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Retrato robot policial de Manuel Blanco Romasanta, el hombre lobo de Allariz.
Retrato robot policial de Manuel Blanco Romasanta, el hombre lobo de Allariz.
El excelente grupo folk gallego Luar na Lubre ofreció un concierto el viernes en Ponferrada.Su líder, Bieito Romero, insistía en la cercanía de las tierras asegurando que «El Sil no es sólo un río, es una arteria cultural que une el Bierzo y Galicia». Y entre los temas que acercan estuvo en el concierto uno que interpretaron, ‘El cantar de Romasanta’, la historia de quien ha sido definido como «el hombre del unto», «el sacauntos», «el sacamantecas», «el hombre lobo de Allariz» o «el primer asesino en serie de la historia». Cualquiera de sus nombres asusta, suena a truculento.Y la historia real aún más.¿Qué une a esta leyenda real de Allariz con el Bierzo? Pues que, aparte de habitar y esconderse en sus montes, la primera de sus fechorías o el inicio de su carrera delictiva, larga y cruel, ocurrió en Ponferrada. Así la recoge la biografía de Manuel Blanco Romasanta, (ése era su nombre completo) de la Real Academia de la Historia bajo los epígrafes de licántropo y asesino en serie: «A partir de entonces (cuando enviudó) se presentaría como viudo y sin hijos, de profesión buhonero, dedicándose a recorrer con sus escasos y modestos géneros las tierras de Galicia, Portugal, Castilla y León y, ocasionalmente, de Cantabria, negocio al que, al parecer, se dedicaba también alguno de sus hermanos. En Ponferrada adquiría las mercancías en el comercio de Miguel Sardo y en Chaves (Tras os Montes, Portugal), paños a Francisco de Morais, cuya venta le proporcionaba pingües beneficios. El lunes 21 de agosto de 1843, salió Vicente Fernández, alguacil de León, al encuentro de Blanco para embargar sus géneros, ya que debía a Sardo seiscientos reales. Nada se supo del alguacil, hasta el día 25, en que apareció su cuerpo cerca de Pardavé (León). Su viuda, Gumersinda Jalón, declaró haberlos visto juntos el día 22, cosa no corroborada por nadie. La única pista la proporcionaría, días después, una tal María García, tabernera del pueblo leonés de Brañuelos, próximo a Galicia. (...) El jueves, 10 de octubre de 1844, el juzgado de primera instancia de Ponferrada condenaba a Manuel a diez años de presidio, pero hallándose en paradero desconocido fue declarado en rebeldía. En realidad, había regresado a Orense —a principios de aquel año— instalándose en Rebordechao (Villar de Barrio, Orense). Allí se las ingenió para hacerse querer y ganarse la estima de las gentes aparentando una conducta ejemplar, mientras proseguía con su oficio de buhonero. Sin embargo, durante su estancia en la pequeña localidad, sería el responsable de, al menos, la muerte de nueve personas (adultos y niños), pertenecientes todas a las familias García Blanco y Rúa».Ahí empezó todo. Nada se supo del alguacil como nada se supo de otros muchos vecinos. Romasanta contaba, hablando de sus frecuentes viajes, cómo guiaba a quienes quisieran emigrar a la ciudad a través de los montes que él bien conocía. Allí tendrían trabajo y buena vida, como los que ya había llevado antes, pese a quede aquellos que le siguieron, nada volvió a saberse, aunque Manuel Blanco regresaba trayendo buenas nuevas e, incluso, cartas. Falsas. La falta de noticias directas fue la que encendió las alarmas y las sospechas.

Sus primeras víctimas —después del alguacil— erían (en 1846) su vecinaManuela, de 47 años, y una hija, separada. Vendió lo que tenía y marcharon con él paraSantander en busca de un trabajo que les prometió en Santander en casa de un sacerdote amigo suyo. Cuando regresó semanas después tranquilizó a las hermanas de Manuela y les ofreció una buena ocupación junto a ella; tampoco volvió a saberse nada ni de ellas, ni de sus hijos que las acompañaron.

Y así, varias familias más.

Y así, desde la desconfianza, nació la leyenda, también real, del hombre del unto, del sacamantecas. «Se contaba que Romasanta vendía en Portugal un producto grasiento, una especie de medicina popular, a buen precio, y no tardaron las murmuraciones en apodarle O home de unto o Sacamantecas, empezándose a sospechar que había asesinado a los desaparecidos y vendido su grasa en el país vecino». Además, algunos vecinos reconocieron en sus ropas algunas prendas que habían pertenecido a algunas de las desaparecidas después de acompañar al buhonero.

Hombre lobo

Ya sintió Manuel Blanco que le estaban acorralando y desapareció, hasta que fue detenido por la Guardia Civil (1852) cuando trabajaba en las faenas de la siega con documentación falsa. No tardó en reconocer sus crímenes pero ahí sacó a relucir un argumento en su defensa que dio origen a otra leyenda que lleva en sus apodos, la del hombre lobo, pues argumentó en el proceso judicial y así se recoge: «Confesó de plano haber llevado hacía trece años una vida errante y criminal, y haber en efecto asesinado a las expresadas personas (...) Y tras el de Antonia Rua, ‘el tendero’ confesó hasta doce asesinatos más, cometidos todos ellos bajo la forma de un lobo. Apariencia esta que adoptaba debido a una maldición familiar que le hacía perder la forma humana, siendo poseído por una feroz y cruel fuerza sobrenatural que lo obligaba a matar para alimentarse con la carne de sus víctimas. Las desgarraba con uñas y dientes hasta que hechas cadáveres, las devoraba y comía...». Lo sorprendente de su argumento es que los condujo hasta donde había cadáveres enterrados «que presentaban signos de haber sido degollados por lobos».

Laia Abril recuerda que «en algunos lugares de Galicia, la tradición dice que aquel niño que nazca en Navidad o Viernes Santo, o que sea el séptimo o noveno en una consecutiva línea de descendientes varones, está predestinado a convertirse en un lobishome».

Un proceso extrañísimo, seguido desde medio mundo, que se complica cuando Manuel Blanco Romasanta presenta «un pasaporte especial emitido por la Santa Sede, que lo acreditaba como hombre piadoso y merecedor de toda confianza». Pese a ello, el juez estimó que «le debía condenar y condeno a la pena de Muerte en Garrote con la imposición de costas y gastos del juicio...».

Parece el final pero no lo fue puesel 3 de julio de 1853 desde Argel llega una carta para la Reina Isabel II de un ‘enigmático Mr. Philips’: «La libertad que me tomo en este momento de dirigirme a Vuestra Excelencia tiene por objeto detener, si es tiempo, la mano de la justicia española, pronta a caer sobre un desgraciado...». Decía serelectro-biólogo y experto en la enfermedad. El caso es que la reina revocó la sentenciaen 1854.

Y ahí arranca otro enigma. Hasta hace una década se creyó que había muerto en la prisión de Allariz, pero no figura en ningún documento ni hay tumba a su nombre. En 2011 Cástor y Félix Castro Vicente presentaron documentos que hacen creer que Romasanta falleció en una cárcel de Ceuta de un cáncer de estómago en 1863, tal y como cuenta ‘El cantar’ de Luar na Lubre: «O Manuel foi indultado /de morte en garrote vil. / Preso en Ceuta o seu fin / morreu dun cancro terrible. / Deus castigou os ruíns crimes / do home lobo de Allariz».

En la ficha de la página anterior diceque «su partida de nacimiento consignaba como Manuela». Por ahí va otro enigma. Las últimas investigaciones hablan de que realmente era mujer, de un micro pene... pero ya sería demasiado para un solo día. La ya citada Laia Abril la defiende en su fotolibro «Lobismuller», cuyo título ya lo dice casi todo.
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